Dios aprieta… y otros ahogan.

María Matienzo Puerto.

Foto: Blaire Lopes

Tengo una amiga que aún no se queda sin trabajo pero que teme por su suerte.  Ella lleva muy poco tiempo desempeñándose como editora y aunque ha batido con dos o tres libros nada más, me consta que es idónea porque nos conocemos desde hace unos años y siempre que coincidimos me asombra su pericia como crítica y como editora.

Ella corre la misma suerte que corremos otros jóvenes de la isla que lo han apostado todo al talento y a la inteligencia, en vez de andar buscando cómo escalar a través del enramado político.

O sea, no ha sido ni es cuadro (así se llaman a las personas calificadas ideológicamente hablando para dirigir) confiable para ninguna dirigencia.  Solo ha militado en su propio partido.

Ahora, que al fin encontró su profesión ideal se ha topado con dos obstáculos, llamémosles HP e IM.

HP es su jefe.  Nunca le ha interesado superarse por lo que sus vacíos intelectuales dejan de ser lagunas para convertirse en océanos; y aunque lleva medio siglo haciendo lo mismo le teme a todo.  Solo le interesan las series de la televisión.

IM es una renombrada intelectual que pese a que sabe mucho de la materia de la que es especialista, no sabe escribir.  Lleva años internada en su casa porque su neurosis no la deja salir fuera de su casa, entonces, no hace más que crearse mitos y compartirlos con los demás de un modo venenoso.

Dice que lee pero cuando hablas con ella te das cuenta que hace ya un buen tiempo que no coge un libro en sus manos.  Es una víctima que está buscando como vengarse de los demás aunque no le hayan hecho nada.

HP e IM por cuestiones generacionales se conocen desde hace muchos años.  Ahora los dos están en edad de retirarse y descansar porque a fuerza de que no se les ocurra nada novedoso se han dedicado a atormentar  a mi amiga.

HP e IM tienen la capacidad de acomodarse, se conforman con lo que les llegue a la mano, sin cuestionarse ni una coma ni un dato dudoso.

Claro está, dieron con una boba que les armó el “libro de sus vidas”.

HP, después que mi amiga trabajo como esclava, ahora quiere todo el crédito para él: creó un caos al que mi amiga no resistió.  IM asegura que todo el trabajo de mi amiga lo ha hecho ella.  Así que entre tejes y manejes de los dos planean quedarse con todo.  Con lo que mi amiga se empeña en llamar, el libro de sus vidas.

Mi amiga está destruida.  Se siente ahogada por el poder de otros y por lo que ha descubierto: el libro es una estafa, es una manipulación más de la historia de Cuba y no sabe qué hacer.

Y no por lo que le ha pasado con HP e IM sino porque, después de una investigación paralela, ha descubierto datos que hacen cuestionarse todo lo que debe salir publicado.  Y esto teniendo en cuenta que es de un período oscuro, sin investigación a penas.

Por mucho que yo la consuele y le diga que esta profesión que tenemos es ingrata, ella no entiende.  Por último se le ha colado en la cabeza que en cuanto regrese del certificado médico que ha tenido que coger, la van a despedir.

Yo, como me sé solo la versión de mi amiga, no sé qué pensar.  No sé si dar por cierta su teoría: sobran personas en su departamento y como su jefe es uno de los candidatos a quedar excedente, se ha empeñado en dar argumentos en su contra.

De todas formas le digo como decía mi abuela: todo lo que sucede, conviene; o Dios aprieta, pero no ahoga; o si tu mal no tiene cura, para que te apuras…; o entre cielo y tierra no hay nada oculto, ya te enterarás.

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