Luis Rondón Paz
HAVANA TIMES — Salí de la Habana el pasado viernes 8 de julio a las 2:45 de la tarde con una histeria tremenda. un sentimiento compartido con una parte del grupo que viajaba por primera vez al extranjero.
El avión que abordamos para Moscú era de tamaño inmenso. En su interior estaba dividido por dos áreas: primera clase y económica, esta última con 9 asientos por fila, y cada uno dotado de la tecnología audiovisual que garantizaría el entretenimiento de los pasajeros durante las 11 horas de viaje.
Cuando llegamos al aeropuerto de Moscú sobre a las nueve de la mañana del sábado, nos trasladamos casi dos kilómetros para abordar otro avión con destino a a la ciudad de Praga en la República Checa. Este segundo viaje duró dos horas con treinta y cinco minutos.
La salida del aeropuerto casi ni se sintió, pero el aterrizaje fue incómodo. Ya que el tiempo que duró la maniobra para descender el avión provocó en mi la sensación de estar llegando al aeropuerto de Santiago de Cuba en medio de una de esas peculiares turbulencias producto del y mal tiempo.
Finalmente, con la gracia del destino, la tripulación llegó a su destino sin más complicaciones que la mencionada anteriormente.
Allí fuimos recibidos por uno de los asistentes de la ONG que auspició la beca en Praga, esta persona gestionó el hospedaje, una tarjeta para usar el transporte público, una tarjeta Sim para cada integrante del curso estar localizable porque el taller tiene ejercicios en la calle. Además cada estudiante recibió un presupuesto que cubre los gastos del desayuno y comida. El almuerzo estaba garantizado por los organizadores del taller intensivo.
Como llegamos muy cansados del viaje, nos dieron el domingo libre para acostumbrarnos al uso horario del país y para aprovechar la oportunidad de explorar la ciudad. Actividad que hicimos con la ayuda de una cubana residente en Praga, quien nos informó de sitios donde podríamos encontrar literalmente de todo a precios muy económicos.
El día siguiente subimos por primera vez al metro o tren bajo tierra que nos trasladó hasta el mismo centro de la ciudad, allí caminamos por los alrededores del museo nacional de Praga, lugar que en distintos momentos de la historia, sentenció la muerte de dos jóvenes quienes se prendieron fuego como forma de protesta ante el régimen comunista de aquellos años.
Años más tarde ese mismo edificio fue testimonio de la mayor transición política de la historia de la República Checa: El fracaso del comunismo en 1989.
Conocí el tranvía, algo que para mí solo existía en revistas, películas y países como Inglaterra. Quedé maravillado con la arquitectura de la ciudad y su cultura cívica: las personas no hablan en voz alta, no hay una calle sucia, toda el área que visitamos ese día estaba cubierta de árboles, no vi un mendigo en la calle y la sensación de seguridad que sentía era tremenda. Sin olvidar el asunto que tanto nos golpea en Cuba; el transporte público perfecto y siempre a tiempo. Otra cosa que me llamó mucho la atención fue no ver casi policías en la calle, y supe que la estructura legal establecida para garantizar la protección de los animales y la naturaleza sobrepasó mis expectativas.
Continuará…
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