Qué hacemos los cubanos en las vacaciones

Kabir Vega Castellanos

Playa en Guanabo en Habana del Este. Foto: Juan Suarez

HAVANA TIMES — Estos meses de verano me recuerdan las vacaciones escolares y algo que parecía inevitable cada vez que se reiniciaban las clases: hacer una composición con el tema “¿Qué hiciste en las vacaciones?”

Todavía el año pasado y durante un curso de inglés, ese era el tópico recurrente a inicios de septiembre. Ya mencioné que en esa ocasión más de la mitad del aula contó acerca de su estadía en Varadero, al punto que hasta el profesor hizo un chiste preguntando cómo era posible que estando todos en el mismo lugar y por la misma fecha, ninguno se hubiera visto.

Ya desde la primaria acostumbraba oír sobre visitas al Coney Island, y de manera espontánea todos parecían intentar demostrar que sus vacaciones habían sido fascinantes. Con tal de pasar inadvertido, en la secundaria yo mismo llegué a mentir sobre supuestas fiestas y salidas.

El tema provoca un ambiente de disimulada tensión, en el que es prácticamente tabú decir que estuviste en tu casa, haciendo más o menos lo que haces el resto del año. Una confesión de este tipo provocaría la discriminación general, porque no se trata solo de exponer las vivencias de uno, de alguna manera, hablar de la verdadera condición del cubano hace que todos se sientan expuestos.

En el ejemplo del curso de inglés, cuando el profesor hizo el chiste, todo el mundo se rió, pero nadie admitió que estaba mintiendo. Quedar en esa posición cuestionable es mucho mejor que admitir que eres pobre y tu vida carece de ese tipo de privilegios.

Sin duda, entre esos jóvenes había algunos que tienen familia en el interior del país y, tal vez, estuvieron en esas provincias, viviendo en ambientes rurales, lo cual significa un cambio considerable en sus rutinas. Pero esos ejemplos ni se cuentan dentro de contextos donde predomina la frivolidad y la meta es imitar a los primermundistas, que vacacionan en otros países y vuelven contando sus vivencias reales en lugares distantes y hasta exóticos.

Recuerdo un animado francés titulado “Les Lascar”, en el que cuatro franceses que viven en un barrio marginal, alardean ante sus amigos de que viajarán a un paraíso caribeño llamado “Santo Rico”. Ciertas adversidades frustran los planes de dos de ellos, quienes terminan infiltrándose en una piscina con ambiente tropical. Ahí pasan sus vacaciones y regresan contando historias del mítico Santo Rico a los socios del barrio, que los oyen con envidia.

En el animado la cosa se queda en la ironía, pero me pregunto por qué es tan difícil desechar ese complejo de inferioridad y decir qué hicimos realmente en el tiempo libre. Y aprender de la diversidad de gustos e intereses, porque ni siquiera es cierto que todo el mundo se divierta en los mismos lugares ni haciendo las mismas cosas. Y un día o un tiempo pueden ser muy especiales para uno, sin que pase nada de lo que suele llamarse “sensacional”.

 

 

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