Kabir Vega Castellanos
Sin embargo, en el camino quedé sumamente impactado, al encontrar la mutilación de una zona natural que, por años, y pese a los desperdicios que la gente arroja al pasto, era un lugar tranquilo y agradable.
En cambio ahora, aquellos árboles cuya sombra resguardaban del impío sol, fueron arrancados y depositados unos sobre otros como basura. Irónicamente, aunque en Cuba levantar un edificio estatal (si no es rentable) puede tardar años, la destrucción de este pequeño bosque se efectuó en menos de 12 horas.
Pregunté a los vecinos de la zona el porqué de lo ocurrido, pero ninguno la conocía. No había un cartel en todo el perímetro y, al parecer, no fue anunciada la causa de la devastación. Escuché algunos comentarios de que iban a construir más edificios para gente de La Habana Vieja cuyas residencias son de interés como inversión para el turismo. Pero podían ser especulaciones.
Un empleado de la cafetería en divisas colindante tampoco sabía la razón ni parecía importarle.
Mientras observaba y hacía estas fotos, mi mayor decepción provino de la propia gente. Más de un grupo de personas que pasaban cerca y descubrían la desforestación, tanto jóvenes como adultos, hacían comentarios de este tipo:
“Estaba obstiná’ de la pila de árboles…”
“Una’ gana que tenía que quitaran toda’ esa’ matas…”
¿Acaso fui idealista al pensar qué la mayoría reaccionaría como yo? No es la primera vez que escribo denunciando maltratos hacia la naturaleza, y a veces siento que a nadie más le importa.
Alamar tiene una gran extensión y el transporte es muy deficiente. Para trasladarse dentro del reparto en ómnibus puedes emplear horas, a menos que estés dispuesto a pagar 5 CUP por dos o tres paradas, pues los taxibus son los más frecuentes, y la tarifa no cambia, aunque la distancia sea local. Por eso muchos, como yo mismo, elegimos recorrerlo a pie.
Me pregunto si la miseria y el resentimiento arrastrado por décadas habrán arrasado los buenos valores de los cubanos, exactamente como hicieron con esa vegetación.
A decir verdad, no he presenciado actuando (por iniciativa estatal) a sembradores de árboles dentro de la ciudad, en toda mi vida. Las arboledas que he visto, o bien son naturales, o, la gran mayoría consta de ejemplares viejos, sembrados antes de 1959.
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