La doble cara de la diversión

Kabir Vega Castellanos

El campeonato de Dota 2. Foto: gamer.batanga.com

HAVANA TIMES — En artículos anteriores he mencionado el Dota, un juego muy popular entre los jóvenes, incluso en Cuba y a pesar de las sabidas limitaciones tecnológicas.

El furor que ha generado ha causado debates sobre si debe o no ser considerado deporte, el primer torneo internacional de Dota tuvo lugar en 2011, donde dieciséis equipos batallaron por un millón de dólares.

Puesto que fui fan de este juego por un tiempo, y todavía me sumo eventualmente a algún equipo para complacer a mis amigos, he estado observando de cerca las reacciones que produce y ya no me parece una experiencia muy positiva.

Sin hablar de la adicción que provoca, es sabido que muchos jugadores pierden interés por el mundo real y tratan de reemplazarlo con una vida virtual, (en China por ejemplo se estimula a los fans de Dota, se les concede albergue y alimento para que puedan dedicarse sólo al juego), particularmente dos observaciones me hicieron cambiar de criterio:

Uno: Cuando se juega como un equipo con las intenciones de ser el mejor, no hay diversión a menos que aplastes bochornosamente al equipo enemigo. Los jugadores se la pasan todo el tiempo discutiendo, criticando sin piedad los errores de sus propios compañeros y buscando un culpable donde descargar la frustración en caso de haber perdido. La meta parece ser sacar la parte menos noble de cada uno. A consecuencia de las ofensas, algunos se retiran del equipo y hasta la amistad se pierde.

Dos: Cuando en los videos veía a los equipos de otros países competir en la internacional, imaginaba que se divertían y al final todo quedaba como una aventura de adolescentes. Al enterarme de que un equipo bastante bueno, los DK, (no tengo la más mínima idea de que significan las iniciales), cambió por completo a sus jugadores, no entendía qué había pasado hasta que me explicaron que el equipo no era de esos jóvenes sino propiedad de un manager, quien decidía los integrantes de acuerdo a su funcionalidad, no importan por supuesto los sueños personales y menos los sentimientos.

A veces me asusta lo que se hace en nombre del entretenimiento. Y me pregunto por qué se le sigue llamando diversión a algo que ni los ganadores parecen disfrutar completamente.

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