Más allá de la Western Union

Jorge Milanés

HAVANA TIMES – El martes pasado llegué a una oficina de la Western Union, ubicada en la Villa Panamericana, localidad al este de La Habana. Necesitaba extraer el dinero que un viejo amigo me había enviado como regalo de cumpleaños.

El local estaba cerrado aún, aunque ya eran pasadas las nueve y el cartel que anuncia el horario decía: de lunes a sábado, de nueve de la mañana a cinco y media de la tarde. Algunas personas ya esperaban en la cola. Pregunté por el último, en tanto escuchaba música por los audífonos, en espera de la apertura.

Pasadas las nueve y media, me dí cuenta que la primera persona de la cola aún no había entrado. Le pregunté y me contestó que desconocía el motivo por el cual no habían abierto. Los rumores no se hicieron esperar.

“Es posible que no haya conexión, otras veces he venido y eso es lo que sucede”, dijo una señora a mi espalda. “Ayer fue lo mismo, no tengo suerte, cada vez que vengo, abre tarde”, le siguió otra mujer que conversaba con ella.

A mi derecha, dos señores conversaban en Inglés. Uno era cubano residente en Nueva York, al parecer por primera vez de visita en Cuba, y el otro, bahamés.

No tengo por costumbre escuchar las conversaciones ajenas, pero para oir esta tenía motivos. Pude entender perfectamente la explicación que daba el bahamés al cubano-americano.

“Muchos aquí buscan la manera de obtener una entrada económica extra y sé que algunos clientes solicitan sus servicios llamándola por teléfono a su casa (a la funcionaria que atiende la oficina) para no hacer la cola.  Ella viene con operaciones a realizar ya ordenadas por clientes desde su casa y una vez que realiza la entrega de dinero recibe una comisión”, concluyó.

La vez anterior que fui a esa oficina, cuando entré, encontré que otra persona estaba siendo atendida. No era de la cola y tuve que esperar a que terminara. Al parecer era una de esas referidas por el bahamés.

A las nueve y cuarenta y cinco por fin abrió la oficina, pero, si yo tenía que esperar a que ella sacara sus pedidos particulares, sería tarde para llegar a mi trabajo.  

Comprendí el porqué de la demora cada vez que voy a esa oficina. Decidí regresar en otra ocasión, pero cuando salía, el mismo bahamés me detuvo para sugerirme que fuera a la Cadeca (Casa de Cambio), dos cuadras más arriba, donde hacen las mismas operaciones… y sin cola.

Según había entendido, las Casas de Cambio, como su nombre indica, no están capacitadas ni autorizadas para otro trámite que no sea el cambio de moneda, lo que incluye transacciones de CUC por pesos cubanos, dólares estadounidenses y canadienses, libras esterlinas, euros, pesos mexicanos y francos suizos. No pude verificar si el bahamés decía la verdad, pero si sé que en Cuba, por dinero, hasta el mono baila.

 

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