En silencio…

Jorge Milanes Despaigne

Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

El viernes fue la última vez que vi a mi amiga.  Había llamado por teléfono temprano en la mañana.  Me dijo que tenía una maleta llena de libros que ya no quería y que por no botarlos había pensado en mí.

Su biblioteca tiene sus sorpresas y varias me llevé cuando casi al mediodía se apareció en mi oficina con dicho bártulo, como habíamos acordado después que le dijera con entusiasmo que sí los quería.

Ahí encontré ediciones príncipe de Ballagas, Luisa Pérez de Zambrana y José de la Luz y Caballero.  Un regalo así era de agradecer y a esa hora no tenía palabras para expresar mi gratitud.

Una compañera quiso husmear entre los títulos y mi jefe con tal de saludar a mi amiga, que se distingue por su exuberancia, preguntó si se trataba de una donación…  Luego de vaciar la maleta y revisar todo su contenido, fuimos hasta el baño para lavarnos las manos, mientras contemplábamos el hermoso paisaje que del piso nueve, cada visitante descubre exhalando un suspiro o asombro.

Como no podía disimular mi exaltación con tan grande regalo (ahí había dedicatorias de los autores mencionados y de otros), la acompañé hasta el lobby del edificio y ya en la puerta, nos despedimos en un efusivo abrazo.

Me pareció que mi amiga estaba un poco nerviosa.  Debió regresar porque había olvidado su carné de identidad en la portería, sin embargo, pronto descarté tal posibilidad, en tanto consideré que se trataba de un despiste, como los puede tener cualquiera, incluso, usted mismo.

Pero mi sorpresa no terminaría ahí: este lunes encontré un mensaje de correo electrónico en mi bandeja de entrada, escrito por su hija menor.  Así decía: “Queridos amigos, les comunico que mi mamá ya está en Ámsterdam.  Ella espera por sus correos, dirigidos a la dirección:  electrónica: en silencio hactenido que ser@gmail.com…”