Genealogías fraternitarias del programa espacial soviético (II)

Dmitri Prieto

Yuri Gagarin

Cuando nací y me lo contaron, Yuri Gagarin ya era historia y mito. Porque desafortunadamente había muerto en un estúpido accidente aéreo de entrenamiento (de niño pensaba que fue en el vuelo espacial, pero rápidamente me aclararon que no fue así).

En la escuela, su personalidad habitó para mí en ese espacio de los héroes míticos cronológicamente cercanos cuyas efigies ayudan a delimitar el tiempo “nuestro” del de “cuando aún no habíamos nacido.”

Tiempos tan cercanos, tan parecidos y tan distintos. Héroes míticos tan parecidos, tan cercanos y tan distintos como Gagarin, el Che y Camilo Cienfuegos. Todos desaparecidos en circunstancias misteriosas.

El programa soviético era de cosmonáutica y no de astronáutica por el sentido universal que implicaba comulgar con el Cosmos, herencia del “cosmista ruso” (así los historiadores califican sus ideas) Nikolái Fiódorov. Hereje para los ortodoxos cristianos, idealista utópico para los ortodoxos marxistas.

Sin embargo, lo religioso-ruso prevalecía en el programa espacial a través del imaginario, esa herencia que hizo a Koroliov trazar contornos circulares para los pequeños espacios vitales de sus cápsulas. Los pilotos candidatos soviéticos se destacaron respecto a los de EE.UU. en su preparación psicológica y en entornos adversos, reminiscente de la ascesis religiosa.

Pero en la interpretación dominan los estereotipos: la BBC http://www.bbc.co.uk/mundo/110408_entrenamiento_astronauta_ms.shtml habla de “torturas” y una noticia “conmemorativa” de la TV Russia Today alega una hiper competencia por ser “el 1.” en la cual Gagarin salió vencedor debido a su “carisma”; habría que ver si existió tal sentido de “tortura” o “hipercompetencia” para los primeros cosmonautas o es una interpretación desde el capitalismo contemporáneo.

A pesar de que se conoce que Koroliov escogió a Gagarin para el primer vuelo a causa de su carisma, parece que la fraternidad al interior de la primera “tropa cósmica” no era una mera mentira propagandística…

La conquista del espacio está en el registro de los hitos en la búsqueda de sentido de una humanidad cada vez más auto-arrepentida. A lo mejor 50 ó 150 años después los Spútnik, Vostok 1 o Apollo 11 más que hechos científicos, tecnológicos, económicos o político-ideológicos serán recordados como una gran epopeya artística.

Es absolutamente cierto que la sonrisa de Gagarin y la aun insuperada erogación presupuestaria que significo para EE.UU. el programa Apollo formaron parte de las operaciones de las superpotencias en plena Guerra Fría. Este último –el de la conquista lunar- es de hecho la campaña de propaganda política más cara de toda la historia.

Pero, después de todo, quisiéramos recordar el siglo XX por algo más que las bombas atómicas o los campos de concentración. Y su voz artística nos llega de una manera más coherente en la épica espacial que en la cultura masiva de los comics y las pop-stars o en engendros vanguardistas como el cuadrado negro de Malévich o la merde d´artiste de Manzoni.

No por gusto “Odisea Espacial” y “Solaris” –peliculas inspiradas en el tema cósmico- son probablemente las obras cinematográficas de la centuria que más profundamente tocan el sentido profundo de ser humano.

No le faltaba razón al líder del PCUS burocratizado Nikita Khruschov cuando al contestar la pregunta del Comité Nobel sobre quién era el autor del Spútnik respondió: “¡el pueblo soviético!.”

Es que llegar al espacio exterior es una obra que es necesariamente colectiva, y en las grandes conquistas tecnológicas del último medio siglo ello se revela con mucha mayor nitidez que en cualquier creación maestra del artista mas celebre.

Pero la fraternidad universal sigue siendo un sueño. La misión de la Resurrección sigue postergada hasta tiempos mejores.

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.

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