En la psiquis del cubano; ¿te toca o no te toca?

Jorge Milanés Despaigne

HAVANA TIMES — “¿Qué vino?”, pregunta la anciana que llega apurada a la cola de la carnicería. “El picadillo de soya y los perritos”, alguien le contesta.

El carnicero que escucha la conversación le dice en voz alta. “No te tocan perritos, pero picadillo si”.

La anciana reflejó el disgusto en la cara, porque a muchos no nos gusta ese picadillo de soya.

Reviso la libreta de abastecimiento para ver si puedo comprar los llamados “perros” pero no, me equivoqué. Al mirar la pizarra dice: “Solo para niños”.

La canasta básica de cada familia cubana, es subsidiada por el estado, e incluye otros productos normados: Arroz, cinco libras, dos adicionales que hacen siete libras por persona mensualmente; frijoles, diez onzas; sal, un paquete cada tres meses; café once onzas; azúcar blanca, tres libras; azúcar morena, una libra; espagueti, un paquete por persona cada dos o tres meses; aceite, ½ libra, y cinco huevos por personas.

Desde principio de los años sesenta el Estado implantó esta forma de distribución, con el objetivo de garantizar el abastecimiento equitativo de la mayor parte de los productos comestibles a las familias cubanas, excepto el pan, el yogurt y otros que ya estaban normados.

En 1972, contábamos con la cooperación del llamado CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) integrado por países del campo socialista, que facilitó un mayor abastecimiento de productos subsidiados a la población, incluía: carne de res, pollo, embutidos, gofio, chocolate, leche condensada, guaker, galletas dulces, harina lacteada, compotas, jugos y refrescos. Para los fines de año teníamos una asignación especial de: uvas, manzanas, peras, melocotones, pasas, vinos, turrones, nueces, avellanas, cervezas, rones y otros.

“¡Qué tiempos aquellos…!”

Fue una maravilla para todo aquel que lo vivió, pero de cualquier modo dejó un efecto psicológico de múltiples dimensiones en la conciencia de muchos cubanos, donde “me toca, no te toca” detona el equilibrio de gran parte de las acciones de la vida cotidiana.

Problema este que hay que tratar de eliminar de la conciencia, a través de un proceso lento para evitar los infartos por estrés, en particular a los ancianos que ya están acostumbrados, incluso, a las colas; por ser ellos los que sufren hoy las consecuencias del llamado cambio.

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