Por Jorge Milanés
En el caso de las niñas son muy gustadas las mochilas, merenderos y cartucheras con símbolos de princesas o frozzen, devenidas de los dibujos animados que ven en la TV, en tanto es un reto el precio a pagar por ellos.
No obstante, muchas familias hacen los mayores esfuerzos para satisfacer a los estudiantes.
Otro tanto ocurre con los uniformes, forros para libretas, gomas de borrar y portaminas, sin contar los zapatos que muchos estudiantes quieren llevar a la escuela, los de marca.
En cualquier caso, no se puede negar que hay un gran entusiasmo en torno a este comienzo, pero algunos padres también enmascaran los verdaderos objetivos del aprendizaje con símbolos comerciales.
Una amiga panameña hace unos días me comentó que allá la educación es gratis y que el sistema educacional paga 20.00 dólares mensuales a los educandos, y es de estricto cumplimiento que los estudiantes porten el uniforme diseñado para ello.
Me acordé de mi adolescencia, cuando la escuela exigía ir con el uniforme y artículos establecidos. Las marcas comerciales no estaban tan de moda, solo algunas de zapatos o tenis traídos por algún miembro de la familia, pero para evitar diferencias entre compañeros, no se podía ir con ellos.
Si llevaba algún símbolo discordante, que no fueran los patrios, implicaba que no podía entrar a la escuela, en consecuencia, tenía que llevar a mi madre o padre para aclarar la situación.
Eran tiempos en que la conciencia priorizaba el aprendizaje académico y no las luchas por ver quién llevaba las mejores marcas de zapatos o mochilas.
Con las actuales intenciones, veamos cuánto aprenden de lo académico.
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