Mi perrito y los remordimientos

Janis Hernández

MI perrito Mozart

HAVANA TIMES — Si bien es cierto que el hábito de la domesticación animal supone un fenómeno social muy antiguo y que en Cuba la crianza y reproducción de estos con el fin de vivir con las personas, o de ser educados para actividades sociales o lúdicas, ha existido siempre. También es un hecho que actualmente esto se ha convertido en una acción lucrativa.

Algunos están convirtiendo la venta y posterior cuidado de mascotas en el negocio del momento. En muchas partes del país hay sitios de este tipo, que en su mayoría son negocios privados y comercializan animalitos de raza. Esto sea quizás la causa de los montos altísimos a que los que se venden; en un país donde la mayoría de su población tiene una tasa salarial menor de un dólar diario.

Imagino también, que los que se dedican a esta empresa saben que la vida del cubano es en verdad es una paradoja y que algunos son tercermundistas con pretensiones burguesas. Les gusta tener mascotas costosas, cosa que solo la gente rica en algunas partes del mundo puede permitirse.

Pero como acá ya están bien acentuadas las diferencias sociales (aunque algunos pretendan hacer ver que no) la mascota que adquieras dirá de tus ingresos. Lo triste de esto es que hay quienes más allá de la esencia afectiva que tiene para criar al animal, lo exhibe solo por la vanidad del pedigrí.

En mi caso soy de las que van por la ternura que despiertan en los seres humanos estos animalitos domésticos. No me importa si son de raza o callejeros. Pero hace unos veinte días fui flechada por la preciosa carita de un cocker spaniel, que parecía estarme pidiendo lo llevara conmigo.

Un chico me lo vendió en la calle en 30 CUC (1 CUC = 0,87 usd) Aunque me dio ataques de conciencias y pensaba que mientras yo pagaba ese precio por el perrito, mucha gente quizás no tenía nada que comer, me sobrepuse a los remordimientos proletarios. Tenía el dinero, y decidí pagarme la compañía del lindo cachorro, aunque fuera bastante cara.

Lo bauticé con el nombre de Mozart, y una vez en casa, empecé a buscarle algunas cosas como un cepillo para el pelo, una vasija para comer y beber agua, un cojín para dormir y yo misma le hice un collar para sacarlo a hacer sus necesidades.

Los problemas vinieron días después, cuando lo llevé a la clínica veterinaria más cercana para desparasitarlo y hacerle el ciclo correspondiente de vacunación. Me encontré con unas condiciones precarias del lugar, y la ausencia de casi todo lo que necesitaba mi perrito.

Llame a la clínica veterinaria internacional para preguntar por las vacunas: Pentavalente y contra el Parvovirus canino, tuve como respuesta que hace tiempo no tienen a la venta. Y me dieron la dirección de otra clínica, donde quizás encontrara la segunda en moneda nacional.

Tuve suerte y hallé las dos inyecciones de las pocas que quedaban para el Parvovirus, al precio de 28.75 pesos cubanos, cada una. Allí mismo me dieron un teléfono de un particular que si tenía las otras vacunas.

Cuando le llamé, me dijo que cobraba 20 pesos (m.n.) solo por la consulta y 15 cuc por la Pentavalente. Era alarmante el listado de precios por el resto de las atenciones, y otros servicios como cortarle las uñas, por ejemplo.

Después me fui a la Tienda de Mascotas, del centro de la ciudad en busca de un cuenco. La que me atendió, me dijo con mucho desenfado: ahora mismo no tenemos, pero la semana próxima sí, los pequeños cuestan 10 cuc o 250 pesos y los grandes 15 cuc o 375 pesos.

Que el costo de la vida está alto y que los cuentapropista tiene que pagar elevados impuestos, eso lo entiendo, pero creo que se pasan con los precios.

Criar a mi perrito anuncia ser un cometido nada barato, no obstante lo asumiré. Tendré frecuente ataques de remordimiento cuando le compré sus utensilios y lo acicale, y luego vea a tantos humanos en las calles con la miseria estampada en el rostro. Pero así están las cosas por acá. Tengo un lindo perrito de raza, y por eso algunos remordimientos.

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