Isbel Díaz Torres
HAVANA TIMES – La reciente celebración del Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas en Cuba ha servido para la promoción de los cultivos transgénicos en la agricultura de la Isla.
Uno de los reportajes del noticiero de la televisión acerca del evento dio espacio para la intervención de un delegado, quien reconocía que en Cuba hace rato se consumen alimentos transgénicos, por lo que llamaba a potenciar mucho más esa tecnología.
Sabiendo lo cuidadoso que son los medios nacionales (todos bajo el control del Partido Comunista) se entiende que esa intervención, insertada entre muchas otras, y sin ningún otro comentario que la matice, es uno de esos “sutiles” mecanismos con que el poder va colocando determinadas ideas en la mente de las personas.
El estímulo a la agricultura transgénica en nuestro país es una realidad hace algunos años, a contrapelo de la firma de cubana en la Declaración de Cochabamba, la cual reniega categóricamente la explotación de cultivos transgénicos.
Por otro lado, otro elemento que aportan los jóvenes comunistas lo encontré en la feria que desarrollaron en la Plaza de la Revolución este domingo 19 de julio, donde una carpa del Centro Nacional de Toxicología (Cenatox), promovía el maíz transgénico variedad FR-Bt1.
Desde el año 2008 este maíz transgénico está en los campos cubanos, y ahora hacen pública en esta feria una evaluación ecotoxicológica que supuestamente demuestra la inocuidad de esta variedad para otras especies benéficas que integran los agroecosistemas.
Es muy importante este tema, porque los riesgos sobre las poblaciones de insectos y otros artrópodos han sido poco documentados, puesto que las investigaciones son de diseños complejos, requieren tiempo y gastos elevados en equipamiento, insumos y recursos humanos.
A diferencia de otros países, ¿Cuba habrá puesto estos recursos para demostrar la no toxicidad del maíz transgénico cubano? Lo dudo mucho, sobre todo, por conocer las violaciones de bioseguridad que han tenido lugar durante los ensayos de esta variedad en la Isla.
Si no lo saben, el Cenatox es la entidad de referencia nacional para lo referido a toxicología, y está en manos del ejército; y en concreto, se dedican a evaluar bioproductos destinados a la agricultura que para su posterior registro y liberación al medioambiente, deben contar con evaluaciones que garanticen su inocuidad.
Dentro de esta entidad, la subdirección de Evaluaciones Toxicológicas y Medio Ambiente, se dedica por completo a la evaluación ecotoxicológica e impacto ambiental de productos químicos, biológicos y cultivos genéticamente modificados, que se liberan al medio ambiente.
En un panfleto que regalaban orgullosamente a los interesados en la feria, mostraban como “principales productos evaluados” al maíz y la soya genéticamente modificados.
En realidad, tampoco habría razón para esconderlo, dado que el Estado cubano no prohíbe legalmente el uso de transgénicos para cualquier destino, incluyendo la alimentación.
De tal modo, este aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas ha significado una sutil ofensiva del Gobierno para colocar el tema de los transgénicos en la población.
Como vemos, de nada sirve que días atrás un funcionario dijera que Cuba no tenía planes de importar semillas transgénicas, dado que, por una parte ya lo está haciendo con los granos que importan de EE.UU. y de Brasil, y por otra parte, los militares y científicos ya se están encargando de producirlos directamente en la Isla.
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