El “crimen” de mendigar en la Calle Obispo

Isbel Díaz Torres

La policia (der.) y el mendigo de esta historia de espaldas al lado del pionero.

HAVANA TIMES — Eugenio Martínez González es ciego, y acostumbra a mendigar en la capitalina, cara, y elitista Calle Obispo de la Habana Vieja. La mendicidad no aparece en la lista de actividades por cuenta propia autorizadas por el Estado cubano, por lo que siempre es asediado por la policía.

“¡No te quiero en Obispo!” le dice una agente del orden. “Te puedes quejar si quieres, pero aquí mando yo”, continúa quien se llama a sí misma “Jefa del Destacamento 2 de la calle Obispo”, y lleva la placa número 04548.

Eugenio tiene apenas 43 años, pero su condición física le impide trabajar, y por eso pide dinero en la calle. Es evidente que los mecanismos de Seguridad y Asistencia Social no abarcan a todas las personas necesitadas en la isla.

“No, no tengo nada. No me quieren jubilar. Para jubilarme tengo que trabajar un año en un empleo, y no me quieren emplear porque con el lío ese del ordenamiento laboral no hay empleo para mí” explica el hombre.

“Al año puedo presentar un certificado médico. Seis meses para trabajar y seis meses para la comisión esa para jubilarme al año”, se enreda Eugenio intentando ser más explícito.

Mendigo cubano.

“Ella está en la esquina, multando a los vendedores de celulares. ¿Me dices cuál es el número de su placa?” No sé cómo lo sabe, pero en efecto, la policía está dos cuadras más allá, pidiéndole el carné de identidad a otros dos individuos.

Detalle interesante: tanto el mendigo, como los dos hombres de la esquina, como la agente de la policía, son de tez oscura. Ello me hace pensar que aquí el racismo que se expresa es institucional más que exclusivamente personal.  

Ya Eugenio sabe los dígitos que identifican a la joven negra policía. Los repite para memorizarlos.

Es difícil saber con exactitud qué hará con ese dato, hasta dónde está dispuesto a reclamar sus derechos. Sermonearlo sobre las posibilidades que ha creado la Revolución para los discapacitados físicos y mentales no parece apropiado… al fin y al cabo se trata de su vida, y ha hecho con ella lo mejor que ha podido.

El espectáculo de los agentes policiales cubanos abusando de las personas menos privilegiadas de la sociedad, muchas veces hasta robándoles, se repite una y otra vez en las calles de la capital.

Las camaritas de vigilancia que pululan por las esquinas de La Habana no parecen servir de mucho, más que para intimidar a la ciudadanía. En algunos videos que se pasan de flash en flash pueden hasta verse golpizas de uniformados a civiles, incluso ya esposados.

Mendigo cubano

Otras veces he visto cómo cargan en el maletero de las patrullas los productos que alguien vende sin licencia. Dejan ir al hombre o mujer, sin ponerle multa ni retener su carné de identidad. ¿A dónde irán esos productos? No hay que tener una imaginación demasiado despierta.

El nivel de desprotección, de violación de la integridad de los individuos, es vergonzante, pero parece que denunciar estas cosas es “hacerle el juego al enemigo”. ¿A nadie se le ocurre pensar que quien hace el juego al enemigo es la policía corrupta?

En fin, este caso de la calle Obispo me hace recordar el de mi colega Daisy hace poco. Espero que los agentes que leen esto acá hagan algo con la “criminalidad” en esa callecita de La Habana Vieja.

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