Besar en Cuba: una acción política

Isbel Díaz Torres

HAVANA TIMES — El pasado 28 de junio los muchachos y muchachas del Proyecto Arcoíris decidimos besarnos en un espacio público, e invitar allí a quienes quisieran acompañarnos en la aventura. Queríamos demostrar el cariño que sentimos entre nosotros, y recordar los sucesos de Stonewall, EE.UU.

Así lo hicimos, esta vez sólo con un mínimo de presión por parte de las autoridades. Supongo que tal “permisividad” estuvo asociada a que el acto de besarse puede verse como algo legítimo, inocente, hermoso…

Sin embargo, hay dos términos que vinieron a mi mente ahora mismo: “apolítico” y “legal”, y los deseché al instante, pues siento que no describen con exactitud este gesto de amor al que me refiero.

Que dos varones o dos hembras se besen en los labios, no está muy claro si es legal o no en Cuba. Recuerdo cómo hace unos 15 años, mientras besaba a mi pareja, hombre igual que yo, en una playa pública y solitaria, un policía nos puso una multa de 60 pesos.

El agente nos acusaba de “exhibicionismo público”. Lo redundante del término hacía casi ridícula la situación, pero no perdí la compostura. Anoté el número de placa del policía, le pregunté a dónde debía dirigirme para presentar una reclamación, y allá fui.

Ante la mirada desaprobadora de la oficial que me atendió en la estación de policía, expresé mi derecho a besarme con quien quisiera, donde yo quisiera. Ella no aceptó mis argumentos, pero dada mi juventud (yo tendría poco más de 20 años) accedió a quitarme la multa, no sin antes advertirme que no volviera a repetirse.

De manera que, si esas leyes no han variado, todavía cualquier policía me puede acusar de exhibicionismo impúdico (ese es el término correcto) por algo tan hermoso e imprescindible como un beso.

Es por eso que la “besada” en la que participé tiene un profundo carácter político, dado que reclama un derecho arrebatado a cubanos y cubanas con orientación sexual o identidad de género diferentes a la hegemónica.

Sirvió además para ensayar el derecho a la libre asociación que recientemente el diario Granma y la ONU celebraban, poniendo a Cuba como ejemplo (imagino que los lectores del periódico oficialista no comprendieran ni qué quería decir aquella increíble noticia).

Por mi parte, continuaré trabajando para visibilizar ante la sociedad este sector de seres humanos sensibles y reales, que vivimos y trabajamos mezclados en el pueblo, y que no queremos avergonzarnos de quiénes somos, ni de las formas en que amamos.

Hace 43 años, en el bar Stonewall Inn, tras la arremetida violenta de la policía neoyorkina, homosexuales, lesbianas, bisexuales, y transexuales de aquel país decidieron no quedarse callados. Nosotros tampoco lo haremos hoy en Cuba.

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