Los que se van y se toman la Coca Cola del olvido

Por Irina Pino

Del Bienal de La Habana 2015

HAVANA TIMES — A través del tiempo se ha demostrado que son pocos los amigos que emigran que mantienen comunicación con los que se quedan, en este caso los que se marchan hacia los Estados Unidos.

Mi amiga “L” se fue hace tres años, ella era casi mi hermana, nos unía una conexión espiritual que incluso a veces no necesitábamos decir palabra alguna para comunicarnos en medio de otras personas. Hubo momentos difíciles en que ni siquiera tenía en su casa con un plato de comida, entonces yo venía en su auxilio.

También le dejaba dinero escondido, y luego la llamaba por teléfono para decirle que buscara debajo de tal adorno un regalito, pues ella era muy orgullosa y no solía pedir. A mí me encantaba prestarle ayuda, era algo natural, sin embargo antes de irse me ocultó la venta de su apartamento y se alejó. Sabía que se marchaba del país, y por eso me dolió cuando se fue sin despedirse.

Tampoco este hecho hizo que mi amistad menguara. Traté de comunicarme con ella por correo durante muchos meses, hasta que respondió: se hallaba en desgracia y su situación económica dependía de otros. Entonces comenzaron a sucederse los mensajes y manteníamos una buena retroalimentación. Pero volvía a perderse por largos períodos; solo cuando le pasaban vicisitudes reaparecía. En estos momentos no sé de ella hace como tres meses.

A Yanet, una amiga mía que está en Cuba, le ha sucedido igual, su amigo del alma apenas le escribe, regreso por unos días a ver a sus familiares, hizo fiestas y gastó enormes cantidades de dinero, pero no se acordó de ella.

Los que se van se la pasan hablando de sus problemas, de los billes que deben pagar, que si no les alcanza para llegar a fin de mes…, entonces que diremos nosotros de nuestra perenne circunstancia, la falta de dinero, el transporte, la burocracia, los altos precios de los alimentos, las ropas caras y de mala calidad, pasada de moda, el maltrato y falta de solidaridad entre los propios cubanos, la corrupción imperante, el estrés por el simple pensamiento de qué vamos a cocinar mañana… Y a pesar de todo sobrevivimos, trabajamos y tenemos fe, vemos el lado bueno de las cosas, gozamos del trozo de felicidad que podemos hallar y existe.

Nosotros no nos malgastamos con los amigos en hablar de todas estas inclemencias cotidianas, nos remontamos a hablar de los lindos momentos que compartimos con ellos, de que los extrañamos y los tenemos presente, no hay tan siquiera reclamos, solo el deseo de estar cerca de ellos. No obstante ellos piensan que quizás nos anima la pretensión de pedirles ayuda económica, por lo que se defienden y argumentan sus razones.

Ven pedigüeños donde solo hay amor.

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