Por Irina Pino
HAVANA TIMES – Nuevas sensaciones provocan caminar por La Habana Vieja, perderse en plazas, museos, tiendas, cafés, ferias populares, cual amasijo de lugares que tienen una marca, un perfume, como aliento que precede a una historia.
Una gran afluencia de foráneos visita los museos, recorren las calles con paso tranquilo. Se les ve en los restaurantes, reservan quizás en un hostal, saben que pueden disfrutar de la estancia en un país hermoso y seguro.
Nuestra gente es feliz a su manera, no dejan de sonreír en medio de sus carencias, viven su lucha cotidiana, pero con la esperanza de mejorar. Cuando se relajan, también se regocijan con verdaderas ganas. No hay mejor postal que mirar a esos niños que se entretienen con una estatua viviente, o dándoles de comer a las palomas en una plaza. Aunque la edad de la inocencia pasa pronto.
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