La ayuda al prójimo debe ser invisible

Irina Pino

El papa Francisco y el cardenal Jaime Ortega en la Catedral de La Habana el domingo 20 de septiembre. Foto: radiorebelde.cu

HAVANA TIMES — ¿Cómo está mi pobreza? ¿Cómo está mi despojo interior? Son frases pronunciadas por el papa Francisco en la homilía celebrada la tarde del pasado domingo en la Catedral de La Habana.

Las palabras aluden a no dejar que lo material guíe la vida, y deje de lado a lo espiritual, en cuanto a las preocupaciones por la gente más necesitada, las personas excluidas por la sociedad, las que no se mencionan por el simple malestar que provocan, seres que a nadie les interesa, desvalidos que dependen de alguien para valerse, que no cuentan desde el punto de vista social, porque no sirven para producir algo.

Abordó estos delicados tópicos después de escuchar el testimonio de una monja que cuida a enfermos mentales en la institución cubana La Edad de Oro. Esta joven hermana, consagrada al servicio de lo inútil, de los hermanos menores, los descartes, como el Santo Padre expresó, contó su debilidad y su llanto antes de cumplir la labor que se le asignaba.

Su miedo a enfrentar a los pobres de espíritu y su fuerza posterior ayudándolos y reconociéndolos como seres humanos, me hizo recordar una película francesa sobre la monja Marie Heurtin, que servía en una institución que atendía a personas abandonadas, y que dedicó muchos años de su vida a ayudar a una chica ciega y sordomuda a aprender el lenguaje de las señas.

Aquel servicio fue duro en extremo, ella misma era una persona enferma, frágil, por lo que su enfrentamiento con aquella criatura salvaje, que nunca había salido del medio familiar representó su homenaje al prójimo, a encarnar la figura de Jesús Cristo en la tierra.

Luego de la muerte de la hermana Heurtin, la ciega fue maestra por varios años. Su aprendizaje espiritual la hizo crecer para poder enseñar a otras jóvenes de similares condiciones.

Ocuparse de otros, tener compasión, pero una compasión útil, que sirva para socorrer y que se vean los frutos del trabajo reflejados en los demás, es un asunto importante que todos debiéramos practicar.

La fe no es solo para solicitar la ayuda personal de Dios, sino que podríamos convertirnos en él, al menos hablar por medio de él; no como hacen algunos millonarios que desembolsan un poco de dinero para estar en la mira pública, mientras que por otro lado se compran mansiones; es entregar lo que uno necesita a otro que le urge más, en eso radica la verdadera obra espiritual.

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