Extraño a mis padres

Por Irina Pino

Mis padres el día de su boda.

HAVANA TIMES – Ahora que no están mis padres, ahora que han muerto, me pregunto a diario si no debí hacer más por ellos en la última etapa de sus vidas, mientras vivieron conmigo; ¿si los herí de muchas maneras con mi comportamiento egoísta cuando ansiaba poder salir, tener la libertad de marcharme a algún lugar, lejos de las tareas cotidianas?

Lamento que mi madre y yo no tuviéramos suficientes afinidades. Nuestros gustos y opiniones eran bien diferentes; me molestaba su educación casi monástica, con ella no podía hablar de ciertos tópicos, porque su enseñanza primaria transcurrió en una escuela de monjas. Recuerdo que se escandalizaba si le ponía una película en la que aparecía un desnudo o una escena sexual. Por ese motivo yo debía verla antes, para dar el visto nuevo, libre de censura.

Observaba que las comedias que le seleccionaba no le provocaban risa. ¿O era que su visión no era la que yo esperaba? Quizás su alegría había muerto antes que ella…

Mi madre era mandona y tenía un carácter hosco. No era dada a demostraciones de cariño. Sentía preferencia por el hijo varón, lo cual le impedía un juicio justo con mi hermano, que venía a cuidarla en pocas ocasiones.

Por otro lado, poseía una fuente de energía que le duró hasta su etapa octogenaria, dispuesta siempre para las tareas domésticas mientras la salud la acompañó. Atendió a mi padre, luego de que sufriera una isquemia que le dejó secuelas por largos meses.

Mujer fuerte, trabajó desde niña: vendió santos, laboró en una cafetería, en una fábrica de botones, limpió pisos, fue retocadora de composición en una imprenta y, por último, encuadernó libros.

MIs padres ancianos.

Solo al dejar de valerse por sí misma se fue apagando lentamente.

Con mi padre gocé de una relación más compatible, nos unía el gusto por la lectura, podíamos hablar de libros como en una especie de debate, también veíamos filmes juntos. Solía ser afectuoso, sobre todo, con mi hermana y conmigo, más tarde con sus nietos.

Al principio, en mi adolescencia, se opuso a que yo escribiera; en un arranque de locura destruyó parte de mis poemas, alegando que debía estudiar y dejar de perder el tiempo. Yo me encerraba en mi cuarto con mi máquina de escribir y no dejaba entrar a nadie.

Su mayor deseo era que estudiara en la universidad. Pero hice lo contrario, pasé un técnico medio y comencé a trabajar enseguida. Resulté inestable con empleos y parejas. Sé que nunca cumplí con sus expectativas.

Es cierto que en su vejez celebró mi primer libro de poemas, en el que había un texto dedicado a él que hablaba sobre una bofetada. Esa fue la única vez que mi padre me golpeó, fue por ausentarme de la escuela.

He contado en un antiguo post de cuando él se mudó tres meses conmigo para ayudarme con mi hijo recién nacido. No tenía prejuicios, podía limpiar, cocinar, y hacer cualquier arreglo de plomería, albañilería o electricidad.

Mis padres fueron personas buenas, honestas, un matrimonio unido por 60 años que formó una familia con sus pros y sus contras, de acuerdo con su generación.

Ahora sé cuánto les echo de menos, y espero puedan perdonarme.

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