El viejo custodio

Irina Pino

El parqueo en su entrada con la garita del custodio.

HAVANA TIMES — Se le veía llegar con una mochila descosida, mostrando aquella figura rechoncha, de piel oscura y cabeza blanca en canas. Casi al unísono irrumpía un perro amarillo, que moviendo la cola alegremente se ponía a jugar con él, y luego lo acompañaba en su labor de cuidar autos.

El señor, cercano ya a los 80 años, pero aún con una envidiable energía, trabajaba de custodio, a veces hasta doce horas en su turno, cada dos días. Radicado en el parqueo de la Corporación CIMEX*, con un salario de 250 pesos y 25cuc. Estos trabajadores no portan armas, y tampoco poseen un uniforme distintivo.

Hubo una época en que dicho parqueo era custodiado por personal del SEPSA*, a estos que se les pagaba un salario mucho mejor, en lo que respecta a la divisa, aparte de la moneda nacional. Les entregaban además mensualmente, pomos de aceite, paquetes de pollo y otros alimentos. Pero al cambiar dicha empresa y pasar a otra dirección, se retiró al personal de SEPSA, dándole este trabajo a personas de estrato muy humilde, incluidos ancianos. Pienso que con eso se ahorrarían todas las cosas que se les facilitaba a los custodios anteriores. Siendo mucho más baratos: solo el sueldo.

¿Cómo se entiende que un anciano pueda dominar todo un parqueo, donde puede haber hasta más de un centenar de vehículos entre autos y motocicletas? ¿Y luego dar recorridos toda la madrugada sin pegar un ojo? ¿Valen la pena 35cuc al mes? La pregunta tiene su respuesta afirmativa. Muchas personas deben aferrarse a un salario como este, aunque ese dinero no pueda cubrir todas las necesidades, sumado a los altos precios de tiendas y mercados, donde los productos no tienen una estabilidad en cuanto a sus importes, sin mencionar las multas que se les agrega a su valor real.

Este tipo de labor es para personas jóvenes, que supuestamente tendrán tiempo de recuperarse con el descanso del día de asueto. Pero un viejo va mermando sus fuerzas, se extenúa y cada vez se acerca más al debilitamiento tanto mental como físico.

La parte trasera del parqueo del CIMEX.

Cuando lo veía y lo saludaba, bromeaba con él diciéndole que ya él no estaba para eso, sino para descansar en su casa y disfrutar de su tiempo libre, viendo películas, saliendo con sus amigos; que los trajines de guaguas y las malas noches iban a acabar con él. Pero él se echaba a reír y me decía que era viudo, y que su hija su nieto apenas reparaban en él, ni contaban con su criterio para nada, por lo que en su hogar se aburría. Además de la miserable jubilación que le pagaban por haber sido camionero. En el parqueo al menos se entretenía hablando con la gente y lo acompañaba el perrito.

Cierta ocasión en que llegué de madrugada a mi casa, y que para colmo me percaté que no tenía la llave de la reja de entrada del edificio, este buen hombre me hizo el favor de llamar insistentemente desde su garita a mí hijo, que ya dormía, para que bajara y me abriera la puerta. Ese simple gesto de amabilidad me hará recordarlo con mucha gratitud.

Se mostraba de buen humor, aunque había fines de semana que se le salía lo de cascarrabias cuando veía algo mal hecho entre sus compañeros de trabajo, pues otros custodios dejaban parquear autos que no pertenecían al personal de la corporación, solo por cobrar un poco de dinero extra. Odiaba la injusticia y los sobornos.

Dejé de verlo algunas semanas, y cuando indagué por él, me dijeron que había muerto de un segundo infarto.

Fueron unos años desperdiciados en cuidar autos ajenos. Pero lo peor de todo es que este hombre no pudo disfrutar sus últimos años del cariño de su familia, ni de entretenimientos que le sirvieran material y espiritualmente. Una existencia lanzada por la borda, silenciada. Como si ese ser humano nunca hubiera sido importante para nadie.

Ya mucha gente de por aquí no se acuerda del viejo custodio del perrito.

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