Irina Pino
A través de toda mi cadena de estudios, no he conocido a ninguno como el Sr. Keating, personaje que interpreta Robin Williams en la hermosa película de Peter Weir. Confieso, que a mi pesar.
Todos mis maestros de la secundaria, trabajaban por un salario, sin amor por la profesión. Apenas puedo rememorar un nombre que se destaque. He olvidado a todos. Sin embargo, esa hubiera sido la mejor enseñanza ligada al amor por la poesía, a la comprensión del arte, las ciencias o a la historia. Y también, a la complicidad entre amigos.
Materias que si se hubieran impartido utilizando novedosos métodos, habrían sido fáciles de asimilar y no aborrecidas. El que enseñaba matemáticas en mí grupo, era un caso de éstos; llegaba y explicaba con rapidez los complejos ejercicios, y después era el sálvese quien pueda, sin detenerse a valorar que había algunos que les resultaba imposible dominar la asignatura.
Falta total de acercamiento, indiferencia para ver las particularidades de cada alumno. Que no se atreven a crear planes mucho más eficientes que los que se les dictan. Moldes que no se rompen en beneficio de los estudiantes.
Hoy percibo como siguen esos esquemáticos programas en la educación. Pude verlo reflejado en mi hijo, que acaba de terminar la secundaria, y apenas recuerda las clases con alegría, que ni tan siquiera ha sentido admiración por algún maestro en particular.
Compartir debe ser la divisa, lo que de verdad importa en la vida, sobre todo en la etapa del aprendizaje en la adolescencia, donde el mundo es un reto, una puerta abierta a la curiosidad.
El maestro de esta película, no tiene miedo de expresar las emociones, nos adentra en los primeros contactos que tienen los jóvenes para enfrentar las dificultades que se contraponen a las reglas establecidas, por una institución como la educativa. El modo de despertar interés por el estudio –nada ortodoxo–, es lo que llama la atención del espectador, partícipe incondicional de los sucesos que se desarrollan. Williams es el mediador, y solo él lo hace imperecedero con su apasionado carácter.
Un filme como este, debiera ser visto por los jóvenes en las escuelas y por los educadores en general.
“Oh, Capitán, mi Capitán”. Como nos vendría bien un profesor como este. Amigo leal que nos ayude a ser auténticos.
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