El Chaplin de todos

Irina Pino

Chaplin y Jackie Coogan en El Chico (1921)

HAVANA TIMES — El 16 de abril se conmemoró el nacimiento de Charles Spencer Chaplin, día que pasó inadvertido en la Televisión cubana, ya que ni siquiera se le homenajeó con una película suya para recordarlo. Lo cual considero un olvido imperdonable.

Charlot, El Vagabundo, ha sido una especie de amuleto para luchar contra todo aquello que constituye injusticia, opresión, discriminación y humillación. Ser humano que alienta los valores humanos y espirituales, que estandariza la verdad por encima de la riqueza.

A lo largo de mi existencia he crecido con la enormidad de esta figura: el hombre, paralela a la su personaje, que en realidad son la misma cosa. Al padecer extrema miseria durante su niñez y adolescencia, criado en el entorno teatral, con sus padres artistas del music hall, halló el escenario perfecto para su precoz desarrollo. Con su madre enferma, internada en un asilo, tuvo una vida azarosa, nómada, que lo determinó a batallar por la sobrevivencia.

Talento innato, que alimentó con la observación y el trabajo, desligándose de la maquinaria comercial para ser independiente y producir sus propias películas.

Con un hálito perfeccionista, escribió, dirigió, actuó e hizo la música de sus cintas que ostentan una originalidad insuperable.

No he conocido a nadie capaz de sustraerse a su encanto, a la vivencia de meterse dentro de sus historias, con sus personajes simples, pero de carne y hueso. De reír y reflexionar al mismo tiempo. Es la experiencia más singular: ponerse en la piel de Charlot, o cualquiera de los otros personajes que interpreta, sentir de alguna manera que estamos del otro lado, que nos integramos y queremos ayudar a superar los problemas que nos muestra.

La hermosura y los detalles forman parte de su cine. Profundidad de ideas, plasmadas en imágenes que aún sin diálogos, expresan con veracidad los episodios de la vida.

El cine mudo, luego el sonoro, no fue una barrera para siguiera trabajando, con su distintivo lenguaje, recreado en un contexto social del que nunca estuvo divorciado, y que lo abanderó como defensor de los derechos de los desposeídos. Hacedor de una fina sátira, criticó la desigualdad, al nazismo, y a otros ismos no menos terribles.

Perdurarán él y su obra, por la intensidad de los sentimientos, por rescatar a la humanidad de sus lados oscuros. Amor, solidaridad, alegría, incluso el dolor y la muerte. Amalgama que recorre todo su legado y lo eterniza.

Aquí va la certeza de algunas de sus frases: “Nunca te olvides de sonreír, porque el día que no sonrías será un día perdido”.

“La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso canta, ríe, baila, llora y vive a cada momento, antes de que baje el telón y la obra termine sin aplausos”.

Nunca diremos adiós al Chaplin sencillo, lo veremos en la conmovedora escena abrazado al Chico; con la sublime ternura, cuando recibe la flor de la ciega curada, en Luces de la ciudad; en el baile de los panecillos de La quimera del oro, o mientras juega y rompe las almohadas por el amor y la alegría.

 

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