Desmembramiento de la familia cubana

Irina Pino

Con mi familia en La Havana Vieja.

HAVANA TIMES — Cuando una amiga me habla de desmembramiento familiar, veo el retrato de mi familia: los que se han quedado en el país, los que se han marchado, y los que se preparan para decir adiós.

Los hijos de mi sobrina Catherine, menores de diez años, se adaptarán mucho más rápido a una lengua foránea, empezarán una nueva escuela, tendrán amigos. Del mismo modo, cuando crezcan, adquirirán otras costumbres y modo de vida. Sus padres tendrán que trabajar duro, en lo que aparezca, pues la ayuda del abuelo no bastará.

Mi hermana, se fue hace poco para Las Vegas, su salida fue por reunificación familiar, ahora sus hijos deben cuidar de ella, porque está enferma y no puede trabajar. Creo que se siente triste, el cambio ha sido muy fuerte, su esposa se ha quedado en Cuba, y debe esperar a tener la residencia para reclamarlo.

Solo nos quedamos en Cuba mi madre, mi hijo, y yo. Hace seis meses mi padre murió; por suerte para él, ya que no tendrá que enfrentarse a ver esta última fragmentación, desmembramiento o como quiera llamársele. Algo que duele, y dolerá, a medida que se acerque el momento.

Allá tengo al tío Carlos, un señor misterioso, alguien que no conozco personalmente, y que nunca ha escrito una carta siquiera; a mi abuela Teresa, que reposa en un desolado cementerio; a mis primos, verdaderos estadounidenses; a mis dos sobrinos, que nacieron en mi casa y ayudé a criar; a mi tía Aurora, una mujer insuperable, que nunca adquirió la ciudadanía de los Estados Unidos, pero que no escatimaba de su bolsillo para ayudarnos, ahora es anciana y vive en un Home.

Aurora fue una de las primeras que regresó a vernos, en la época en que James Carter abrió los viajes de la comunidad cubana, para que la gente se reuniera con sus familiares, después de muchos años de separación. Pienso que los recuerdos y la alegría del reencuentro siempre son superiores al contenido de las maletas.

Todas las personas son libres de buscar su camino. Las vidas cambian, las personas se adaptan, pero todos somos hijos de la misma tierra. Las familias cubanas se han roto, están regadas por todo el mundo, pero cuando se juntan se aman y aman a su país, aunque lo hayan dejado.

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