Cuando fuimos felices y promiscuos

Irina Pino

En mi juventud.

HAVANA TIMES — Tener relaciones fortuitas es algo que se hace en la etapa juvenil, sin temer al peligro de contraer enfermedades venéreas. Cuando era joven fui promiscua, como muchos de mis amigos, teníamos sexo en escaleras, parques, azoteas, en habitaciones que nos prestaban…

En los años 80, la aventura de conocer gente, probar experiencias nuevas, como fumar algún cigarrillo de esos que provocan risas desmedidas, vagabundear de madrugada, con leves borracheras, constituían entretenimientos agradables para todos nosotros.

Hacíamos fiestecitas a menudo, uno ponía la casa, otro la música, y entre todos las bebidas. Podíamos estar toda la noche hasta el amanecer, hablando en el malecón, en el barrio, por aquella época no había casi asaltos en la calle, se respiraba un ambiente seguro. Éramos pobres y felices, la hipocresía, la doble moral no formaba parte de nuestro mundo.

Pero la alegría no podía durar tanto, de pronto todo se transformó: empezaron las redadas contra los homosexuales en la Casa del Té, en G y 23, en El Vedado. Asimismo, en Coppelia recogían y se llevaban a la gente presa. Por suerte nunca me hallaba en esos sitios cuando sucedió.  A unos amigos gays los cogieron varias veces y lo metieron en la “patera”, como solían nombrar a ese lugar de reclusión. Los gays y lesbianas podían estar horas o días encerrados. La familia se afectaba, muchos se enteraron de aquella manera de que su hijo era homosexual. Se fomentaba el rechazo, el miedo y la exclusión.

En Chivirico, Santiago de Cuba

A unas jineteras de mi barrio las metieron en una casa alejada de la ciudad, que en realidad era un centro de detención. Después las soltaron con un acta de advertencia.

El proyecto Arte-Calle, de artistas alternativos que se realizaba en la calle 23 fue suprimido.

Yo fui citada por una enfermera de mi policlínico para realizarme pruebas de sangre, que incluía el examen del sida. Me asusté mucho, porque en aquel tiempo se llevaban a las personas al sanatorio de Los Cocos y les impedían salir, como medida preventiva para que no se propagara la enfermedad.

A mi amigo gay también lo llamaron para hacerse las pruebas. Confieso que pasamos días aterrados, temiendo que nos vinieran a buscar, pero nunca sucedió. Al cabo de unas semanas nos armamos de valor y fuimos a buscar los resultados, que fueron negativos.

Tuve un novio al que detuvieron en la puerta del hotel Habana Libre, cuando los cubanos no podían asomar la nariz en el lobby de un hotel. Lo llevaron a una estación de policía, y lo obligaron a quedarse en calzoncillos. Hubo coacción psicológica, por supuesto. El incidente lo dejó  traumatizado con todo lo que oliera a policía.

Tristes sucesos del pasado que nos cambiaron la vida y la forma de pensar. Ya nunca más pudimos sentirnos tan libres como antes.

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