A la mujer no se le perdona envejecer

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – He leído recientemente artículos periodísticos donde las actrices se expresan sobre la vejez y la dificultad que implica conseguir papeles en las producciones cinematográficas y televisivas, luego de sobrepasar los 50 años.

Como cinéfila, soy admiradora de Frances MacDorman y Judy Dench, ambas actrices han interpretado a diversos personajes donde la belleza física es lo que menos importa. Me maravilla cómo han rechazado la cirugía estética, sin dejar de ser ellas mismas, y todo lo que han conseguido por sus talentos interpretativos.

Veo con preocupación la influencia de falsos cánones, la manipulación de la industria cosmética, que hacen peligrar los valores esenciales de las féminas, imponiéndonos el cuerpo perfecto, vendiéndonos tratamientos para eliminar arrugas, ya sea de colágeno, lasser, botox y demás porquerías, para retrasar el proceso gradual de envejecer.

Se incrementa el odio a lo viejo, lo viejo es inservible, ridículo, no vale nada.

A veces, cuando voy al Submarino Amarillo, lugar donde tocan bandas de rock, escucho a ciertos hombres hacer comentarios despectivos sobre las mujeres, aquilatándolas por la ropa que llevan, por sus cuerpos y sus arrugas.

No son capaces de autocriticarse, ellos sí pueden tener barrigas y ser gordos. Todo les está permitido, porque son machos.

Constantemente se babean con las curvas de las chicas, y están dispuestos a pagar por sexo, si se les presenta la oportunidad.

Querer atrapar la juventud es lo verdaderamente antinatural. Fue una etapa que dejamos atrás, éramos egoístas, temerarias y vivíamos locuras sin pensar en las consecuencias.

Una amiga y yo coincidimos en que ahora nos toca una época tranquila, una hermandad con lo espiritual, nuestra propia visión de la belleza ha cambiado, ya no nos interesa ser deseadas. Nos centramos en el trabajo de la creación, en disfrutar otras cosas de la existencia humana, en tener nuevos proyectos.

Caminamos sin tener que soportar los feos piropos, sin que nos toquen el culo por usar ropa ajustada.

Aunque meses atrás, mientras compartíamos una conversación en la glorieta del parque de 17 y H, en El Vedado, un hombre se sentó frente a nosotras con una actitud rara. No dejaba de mirarnos.

Enseguida nos dimos cuenta que el tipo estaba masturbándose, tenía el pene debajo del portafolio y movía la mano con rapidez. Por supuesto, le dijimos horrores, mi amiga lo amenazó con publicar su foto en Facebook. Y salió corriendo.

Aquella situación nos provocó risa porque era un día invernal y llevábamos exceso de ropa, incluso, teníamos mascarillas.

¿Será que aún conservamos nuestro gancho sexual, a pesar de todo?

Lea más del diario de Irina Pino aquí.

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