Propiedad privada en Cuba

Irina Echarry

Durante el Período Especial las personas que vivían en plantas bajas, comenzaron a cercar su territorio.

Vivo en Alamar, La Habana del Este, desde que tenía tres años.  Cuando nos mudamos, mis padres creyeron que habían llegado al paraíso.  Primero porque no tenían un lugar estable donde vivir solos y segundo porque el mar le daba un toque especial al reparto.

Pero lo que mis padres no imaginaron es que el paraíso iba a fraccionarse en pequeños trozos y algunos vecinos iban a ser los dueños de la tierra.  La misma tierra donde, años atrás, en conjunto, sembraron los árboles que hoy nos cobijan del sol.

Al principio el reparto tenía leyes extremas en cuanto al ornato público.  No se podía pintar la fachada de un apartamento de un color que no fuera el mismo que tenía el resto, para cuidar la estética.

El objetivo era delimitar lo que es mío de lo que es de todos.

El frente y la parte de atrás de las viviendas eran sitios colectivos, donde se hacían actividades, ya fueran reuniones, fiestas o limpiezas generales.  El caso es que todos nos sentíamos responsables de nuestro entorno.

Durante el Período Especial las personas que vivían en plantas bajas, comenzaron a cercar su territorio.  Si tenemos en cuenta que no todos tenían el mismo nivel económico, podremos imaginar que cada uno cercó a su manera y como podía.

El objetivo era delimitar lo que es mío de lo que es de todos.   Levantaron muros, cercas de aluminio, de cactus, de lata.  Como resultado, los jardines que una vez fueron los del edificio, ahora son de los vecinos de la planta baja.  O sea, se instauró la propiedad privada.

Para muchos fue una sorpresa, crecimos repitiendo que la revolución había eliminado ese “resago del capitalismo” y que nunca volvería.  Pero volvió.

Al pasar de los años las personas han ido perfeccionando lo que en un principio no pudieron hacer mejor.  Es común ver jardines muy bien cercaditos, atendidos, con flores bellas, mientras al lado se acumula basura en otra parte del jardín que nadie se apropió.

. Levantaron muros, cercas de aluminio, de cactus, de lata.

Pero lo peor es cuando se trata del fondo de los edificios.  Ahí, se encuentra la cisterna general que abastece de agua a todos los vecinos.  Entonces se vuelve engorroso hacer labores de limpieza porque algunas partes están cercadas y otras no.

Y el colmo ocurrió en el edificio de Judith.

Estuvieron sin luz casi tres días porque el carro de la electricidad no podía entrar hasta el lugar donde se encuentra el transformador.  Las diferentes cercas no permitían el acceso.  Un vecino que tiene dinero sobornó a los trabajadores eléctricos y estos se las arreglaron sin el carro, sobrevolaron las barreras para solucionar el problema.

Así van las cosas por el “reparto modelo” que alguna vez intentaron crear en Alamar, aprendemos las ventajas y desventajas de la propiedad privada, algo para lo que no todos estamos preparados.

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