La noticia del momento en Cuba

Irina Echarry

Cajero automático. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Cuando salí de Alamar no se sabía nada y, al llegar al Vedado, me enteré de la noticia: eliminaron la política de pies secos-pies mojados. Caminando por la calle 23 me fijé en la gente que pasaba agitada, los que estaban perdiendo tiempo en las esquinas, los que atendían su negocio, y nadie parecía saberlo o, al menos, no había indicios de un cambio en sus actividades diarias.

Ya cayendo la tarde subo al p11, me ubico en un puesto más o menos cómodo (todo lo cómodo que puede llegar a ser un viaje de pie en el p11), obvio el reguetón de fondo e intento pensar en esta “sorpresa” que ya se venía esperando.  Ahora, de regreso a casa, repaso mentalmente la cantidad de conocidos que benefició esa política, y la cantidad de gente que murió en el mar desde antes de que se pusiera en vigor en 1995.

Ya sé que las cosas no son en blanco y negro, que tienen matices. Muchas veces hice público mi rechazo a esa disposición; la gente no se va de Cuba por eso, claro, pero es un estímulo llegar a un sitio donde tendrás ventajas.

Un antiguo amigo me descubre y luego del saludo le comentó; él viene de su trabajo, ajeno a la realidad noticiosa. “¿Cómo? Ay mi madre, mi sobrina vendió la casa pa irse echando pa México y luego cruzar. Ya tiene el pasaje y la visa. ¿Y ahora qué hacen?”.

Le explico que también se elimina el programa de Parole para profesionales. El de al lado, que nos escucha, reacciona con una sonrisita: “ahora sí se va a poner malo esto. Cuando la gente no pueda salir, esto va a explotar como cafunga”. La señora que viene con él le recrimina: “chico, en vez de estar hablando de más, preocúpate por tu hermana, ¿qué va  a pasar con ella ahora allá en Colombia? No sabemos si ya aplicó al Parole. Y si la mandan pa acá ya no podrá trabajar más de médico”.

“Que se quede en Colombia, le dice el hijo, ahí si le sirve el título, en la yuma nunca va ser doctora…”.

La voz se fue corriendo y cada uno expresaba su preocupación o despreocupación por la gente más cercana. Mi amigo se acercó bien a mi oído y me dijo: “Eso no beneficia en nada a Cuba ¿verdad?”.  Pero por muy bajito que lo dijera, su frase fue escuchada por un señor, de aspecto  humilde, que parecía medio dormido: “Chico es una cuestión de principios, esa era una espinita que teníamos clavada y nos dolía, ahora ya la sacamos. Falta la ley de ajuste y el bloqueo, pero eso vendrá también”.

No, se equivoca, no estoy narrando la Mesa Redonda, sucedió en el p11.

Y esa fue la chispita que se regó como pólvora, a esa hora todo el mundo se puso a opinar sobre Obama, recordando su viaje a la Habana, su elegancia, su buen discurso, su comida en aquella paladar, su sonrisa y hasta el qué volá.

El ómnibus seguía recogiendo personas en las paradas, las puertas casi no podían cerrar. De las bocinas continuaba brotando el monótono reguetón. Llegó mi parada, la última frase que escuché fue: ese negro es el mejor.

Sinceramente, después de escuchar todo eso no sé qué pensar. Los cubanos estamos tan enajenados en nuestra rutina de supervivencia y los asuntos personales que no reflexionamos sobre las cosas que vivimos. Todo es muy inmediato.

Lo único que tengo claro es que estamos en un círculo vicioso: seguirá la emigración porque, para frenarla, la gente debería sentirse bien donde nació. Para sentirnos bien todos debemos contribuir, pero si nos vamos y no hacemos nada por mejorar el país, seguirá siendo un caos y nadie querrá quedarse.

 

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