Conociendo a Gladys del Estal Ferreño

Irina Echarry

Gladys del Estal Ferreño

HAVANA TIMES — Un día como hoy, pero del año 1979, una bala apagó la vida de la joven vasca que vemos en la foto.

Acabo de conocer la historia de esta chica de cabello oscuro y mirada serena. Se llamaba Gladys del Estal Ferreño y tenía un futuro por delante. De casualidad nació en Venezuela (sus padres habían emigrado por la guerra civil), pero vivió en el País Vasco desde los cuatro años de edad.

Era una muchacha estudiosa, le gustaba la química, la biología y trabajaba como informática en una pequeña empresa. Su pasión por la ecología la llevó a movilizarse en varias ocasiones para protestar de manera pacífica contra el uso de la energía nuclear; era miembro del Grupo Ecologista de Egia y de los Comités Antinucleares de Euskadi.

Aquel 3 de junio asistió a una concentración que exigía el desmantelamiento de un polígono de tiro, además de la suspensión de los proyectos nucleares en marcha y otros que se planeaba realizar.

Unos meses antes un hecho había conmovido al mundo: el accidente de la planta nuclear de Harrisburg en Estados Unidos; el movimiento antinuclear estaba en plena efervescencia en casi todos los países.

Los españoles se oponían a que continuara la construcción de la planta de Lemóniz, en Navarra, y a que se llevara a cabo el Plan Energético Nacional que proponía una central en Tudela, por eso se reunieron en esa ciudad.

Habían pasado solo tres años de la muerte de Franco, cualquier concentración levantaba recelo; la manifestación transcurrió en un ambiente de férreo control policial. En un momento de descanso, durante el almuerzo, la guardia civil se abalanzó violentamente sobre los ecologistas obligándolos a huir.

Un grupo de jóvenes improvisó una sentada en un puente cercano, entre ellos estaba Gladys.

Aunque muchos testigos afirman que fue asesinada, la versión oficial cuenta que ocurrió un accidente. Lo cierto es que le dieron un golpe por la zona lumbar y, tirada en el suelo, recibió un tiro en la nuca. Uno de los médicos que la atendió dijo que había sido un tiro de gracia.

El guardia José Martínez Salas no vaciló en apretar el gatillo de su fusil Z-70 contra una joven desarmada, por lo que fue condenado a 18 meses de cárcel.

El supuesto “accidente” cambió algunas cosas. El movimiento antinuclear, hasta ese momento pacífico, ya no volvería a ser el mismo a partir de entonces: hubo protestas, violencia, movilizaciones populares, huelgas, levantamientos.

Gracias a personas como Gladys del Estal, jamás se construyó una central nuclear en Tudela y la de Lemóniz nunca llegó a entrar en funcionamiento.

Tenía solo 23 años al morir. ¿Cuántos planes dejó inconclusos? ¿Cuántos sueños sin cumplir?

Siento vergüenza al leer sobre su lucha, a esa edad yo andaba desesperada por irme del país, sumergida en la supervivencia del día a día, sin pensar en algo más que no fuera mi “salvación” personal.

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