Alamar versus Paterson

Irina Echarry

Del trailer oficial de Patterson.

HAVANA TIMES – Paterson, el personaje de la última película del realizador estadounidense Jim Jarmusch, hace todos los días lo mismo. Amanece al lado de su esposa, desayuna, sale a manejar durante horas un ómnibus urbano; luego vuelve a la casa, pasea al perro y entra al bar a beber una cerveza; termina la noche tiernamente junto a su esposa.  Así transcurren sus jornadas, unas tras otras.

Desde mi balcón veo cada día a los choferes de los ómnibus urbanos en que nos trasladamos en Alamar. Trabajan durante horas y horas. También deben tener parejas, incluso un perro en casa. Y sí, de seguro beben cada tarde al salir del trabajo. Cuántas similitudes y a la vez ¡qué diferentes de Paterson!

Paterson, la película*, es un punto de referencia a donde todos deberíamos mirar. Es un homenaje al médico y poeta estadounidense William Carlos Williams, y además, la confirmación de que en una vida rutinaria también puede florecer la creatividad. No solo la monotonía marca las jornadas de este chofer, sino los bajos ingresos que percibe.

Sin embargo, Paterson, el poeta de la cotidianidad, no bebe más de una cerveza nocturna, disfruta la lectura y escribe en el poco tiempo libre que le deja el timón. No tiene grandes pretensiones ni se cree superior porque hace versos. Nuestros choferes, como todos los trabajadores cubanos, perciben un salario que apenas satisface las necesidades de una semana del mes; a veces no sé si se emborrachan para olvidar la infelicidad que los corroe o porque son felices. Se emborrachan, eso sí, más de una vez a la semana. Actúan como si fueran los dueños de la cuadra y de cada uno de sus vecinos.

Foto: trabajadores.cu

Paterson habla bajito, mantiene un trato amoroso con su esposa y no se preocupa en  reafirmar su hombría en la casa ni en la guagua, ni siquiera en el bar donde los efluvios del alcohol podrían sacar los más ocultos instintos. Muy diferente de nuestros conductores, pues pareciera que la escuela cubana de choferes imparte una asignatura perenne llamada  “¿quién es el macho aquí?”. Para aprobar, ellos deben gritar, maltratar como se merece al pasajero y llevar lo aprendido a su vida personal que, generalmente, deja de ser privada cuando se ponen por primera vez el uniforme y se sientan frente a un timón.

El ómnibus de Paterson permanece limpio y casi vacío; en cambio, los nuestros, generalmente van sucios y repletos de gente. Paterson enriquece su día escuchando las historias de los pasajeros de esa comunidad de New Jersey que tiene su mismo nombre, ellos se convierten en motivo de inspiración.  Las conversaciones transcurren en un ómnibus silencioso que nos permite imaginar el mundo interior de algunos.

Aquí, en La Habana, son los choferes los protagonistas de la historia, quienes disponen qué música debes escuchar durante el viaje y a cuántos decibeles, quienes no respetan las paradas y discuten con cualquiera que los increpe.

En la peli, vemos a Paterson guardar en el ómnibus su libreta con poemas inéditos; aquí he visto a muchos choferes guardar un tubo, una cabilla o algo para defenderse “si la cosa se pone mala”. Cada uno escoge sus armas según las conveniencias, las opciones, los contextos, la cultura, el temperamento… y un montón de etcéteras.

Así de distintos y semejantes podemos ser los ciudadanos de este mundo. Lo que más nos aleja de Paterson es que la peli dura apenas dos horas y la cruda realidad de los choferes cubanos (y quienes los sufrimos) ya parece eterna.
—–

*La película tiene el mismo nombre que el protagonista y que la ciudad donde él vive.

 

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