La prostitución en Cuba: ignorado en casa, fomentada desde el extranjero

Graham Sowa

Foto de la pelicula “Los dioses rotos”.

HAVANA TIMES — La negación en Cuba de la prostitución es una mentira por omisión: realmente el gobierno no habla de eso. Al mismo tiempo, los políticos estadounidenses promueven una prohibición de viaje a la isla que daña seriamente los esfuerzos de su país para identificar y enjuiciar el turismo sexual infantil.

Muy pocas personas en Cuba quieren hablar de prostitución. He estado aquí durante tres años, y todavía no he visto ningún tipo de campaña contra la prostitución o el turismo sexual. Negar que la prostitución es muy presente en el sector turístico es una mentira absoluta. Cualquier persona que esté en desacuerdo con esto está invitada a caminar conmigo por la calle Obispo (esta es una oferta seria). Quizás usted pensará que los únicos servicios que se ofrecen a los turistas en La Habana Vieja son taxis y mamadas.

A menudo la policía es testigo de estas solicitudes. Yo nunca los he visto  intervenir. Me pregunto si los pagos que reciben por no ver nada, no escuchar nada, o no decir nada relacionado con su trabajo serán en especie o en efectivo.

Sé que ahora mismo los lectores que defienden a Cuba intransigentemente a fuerza de costumbre, están preparando sus historias anecdóticas sobre cómo los delitos sexuales con menores de edad son procesados ​​aquí. Probablemente esas historias son ciertas, pero no provienen de las noticias oficiales.

Ni el crimen, ni el problema social, tampoco la evidente corrupción de la policía, ni siquiera el enjuiciamiento exitoso (lo que me deja imaginar el bajo porcentaje de los casos) se mencionan en ningún nivel superior al chisme callejero entre los vecinos.

El turismo sexual con menores (o el turismo de violación infantil, que es como debería llamarse) no sólo existe, sino que, literalmente, está matando a los niños cubanos. Me refiero a un buen material periodístico del Miami Herald sobre una niña de 12 años, que según la ley, fue violada por turistas europeos y cubanos hasta morir.

Las autoridades cubanas actuaron adecuadamente y juzgaron y encarcelaron a los violadores. Por supuesto que en los periódicos locales no leímos nada ni sobre el crimen, ni sobre los castigos imputados.

Con un problema tan grave, tanto Cuba como mi país comparten la culpa. Me gustaría ver que ambas naciones adopten un enfoque mucho más duro con relación al turismo de violación infantil que involucra a la sociedad civil. Como ciudadano estadounidense voy a apelar a mi patria.

La historia salió publicada un día en el Miami Herald de Estados Unidos, y no pude encontrar ninguna syndication en otros periódicos, ni siquiera los europeos. Así que no puedo decir que mi sociedad tampoco esté muy interesada en que se conozca este problema.

Ese mismo día el Toronto Star publicó un artículo relacionado con el turismo de violación infantil en Cuba procedente de Canadá, después de que el Gobierno canadiense realizara una gran investigación de esta empresa enferma.

Pero en la Isla el problema es sólo una mitad de lo que se muestra. En cuanto a lo que respecta a Estados Unidos, la extrema derecha de la comunidad cubana de Miami está preocupada por continuar apoyando una prohibición de viaje que ha hecho casi imposible rastrear y procesar a los violadores de niños por sus visitas pedófilas a Cuba.

Los octagenarios anti-castristas seguirán insistiendo en que la prostitución es una razón por lo que la Revolución ha sido un fracaso. (Aunque no tengo ni la menor idea de cómo la prohibirían si de alguna manera llegan a tomar el poder aquí nuevamente. Sólo puedo imaginar cómo esta empeoraría con las inundaciones de cubano-americanos que regresarían a la Isla.)

Pero los cubano-americanos nunca llevan la discusión sobre el turismo sexual más allá de la crítica superficial, porque eso significaría hacer más rígida la prohibición de viaje y llevarla hasta proporciones inconstitucionales o eliminarla por completo. Ellos no tienen el valor ni el capital político para hacer lo primero, y carecen completamente de la visión inteligente para hacer lo último.

Un buen ejemplo es Marco Rubio, senador de Estados Unidos por la Florida (sabe de Cuba tanto como cualquier otra persona que nunca ha estado allí). Recientemente el senador Rubio alimentó a un grupo de presión estadounidense con una vieja retórica sobre cómo los viajeros estadounidenses que se dirigen a Cuba tratan este país como un “zoológico”.

Obviamente, aparte de no conocer nada acerca de Cuba más que los rumores y chismes de Miami, el senador Rubio tampoco sabe nada de los turistas norteamericanos. Así que permítanme decirle al senador Rubio lo que los estadounidenses sabemos acerca de nosotros mismos: como estadounidenses, tratamos  a casi todos los lugares a los cuales viajamos como un zoológico. (Invito a todos los que tengan dudas a ver la película National Lampoon’s European Vacation).

Muy pocas personas en Cuba quieren hablar de prostitución. He estado aquí durante tres años, y todavía no he visto ningún tipo de campaña contra la prostitución o el turismo sexual.

Nosotros incluso tratamos el turismo dentro del propio Estados Unidos como un zoológico. Miren el Miami querido del senador Rubio, cuya cultura impulsada por el turismo fiestera, decadencia efímera, bellezas de silicona, y millones de personas atrapadas en un triste limbo cultural sirven tanto para la comparación con una prisión animal como cualquier isla comunista del Caribe.

En lugar de hacer observaciones predecibles sobre las actitudes de viaje estadounidenses, creo que el senador Rubio hubiera hecho mejor con una discusión sobre qué puede hacer Estados Unidos para prevenir la práctica de violación infantil en el turismo a cubano. Porque tal y como están las cosas probablemente estamos facilitando más que lo que estamos procesando.

Los viajes ilegales a Cuba, bajo la actual prohibición de viaje, requiere usualmente pasar primero a través de México, y después un tramo final hacia Cuba. A su llegada a la Isla el control de pasaportes cubano no sella los pasaportes estadounidenses; en lugar de esto, estampa una hoja de papel en el interior del pasaporte.

Sin un sello en el pasaporte, el viajero se queda con una negación plausible de que nunca viajó a Cuba. Y con las relaciones cubano-americanas mantenidas a una terrible distancia por las disputas mezquinas llevadas a cabo por enemistados vecinos octogenarios, no hay razón para esperar la cooperación cubana en una investigación estadounidense sobre los crímenes cometidos aquí por uno de sus ciudadanos.

Así que la situación, que es posible gracias a la política cubana y a la estadounidense, es que un pedófilo puede viajar a Cuba desde los Estados Unidos a sabiendas de que su país no podrá castigar el delito.

Con un problema tan grave, tanto Cuba como mi país comparten la culpa. Me gustaría ver que ambas naciones adopten un enfoque mucho más duro con relación al turismo de violación infantil que involucra a la sociedad civil. Como ciudadano estadounidense voy a apelar a mi patria.

Como país debemos decidir si vamos a seguir dejando que nuestras diferencias con el gobierno cubano limiten las acciones que tomaremos para hacer lo que es correcto. Si sabemos que la gente puede utilizar la prohibición de viaje para volar por debajo del radar y violar niños sin temor a ser descubierto, ¿no deberíamos hablar de las formas de prevenir esto, independientemente de lo que Cuba esté haciendo?

Creo que la legalización de todos los viajes a Cuba, con el entendimiento de que los cubanos sellarán todos los pasaportes estadounidenses y cooperarán con la legislación americana que rodea el turismo sexual, ayudaría a que el turismo de violación infantil sea perseguido en Cuba como un delito federal bajo la Ley PROTECT de abril 2003. Espero que otras personas ofrezcan sus ideas y opiniones.

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Opinión
  • Segmentos

El Estado cubano no tiene nombre de mujer

Creo con seguridad que en este tiempo el Estado cubano se ha quitado finalmente la…

  • Cuba
  • Opinión

De la disidencia a la oposición: el camino a Villa Marista

Villa Marista simboliza cómo el régimen cubano percibe la disidencia: un virus que debe erradicarse...

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.