Tonito de la Lenin nos visita

Erasmo Calzadilla

La Lenin Pre-Universitario.

En el preuniversitario de ciencias exactas donde estudié conocí a Tonito.  No había por todo aquello un alma tan noble ni un cerebro tan listo; era un gusto estar cerca de él.  Pero Tonito tenía un “defecto”: un encono  particular contra el “socialismo” es decir, contra el regimen de la isla que se hace llamar así, en una escuela donde para estudiar había, por estatutos, que ser revolucionario.

El grupo 2 de la unidad 4, especialidad de matemática, donde por ventura coincidimos, era casi políticamente neutro: más o menos la mitad defendíamos el sistema y la otra lo atacaba.  Manteníamos acaloradas discusiones sin que nadie se enterara y nadie chivatió nunca a un compañero.

Entre todos los “contra,” Tonito era el mejor definido, convencido, fundamentado y leido.  Ya en aquella temprana época había devorado a Kundera, Orwell, Vargas Llosa, y otros muchos libros subversivos que el resto desconocía, gracias a ello sus tesis eran las más difíciles de rebatir.

La otra parte de los “contra,” aunque inteligentes, eran más elementales: apoyaban sus propuestas desde el sentido común, eran más agresivos y tenían conductas propias de hijos de funcionarios acomodados en el propio sistema que atacaban (no todos claro).

Pero a la altura de octavo grado un grupo de los pro socialistas tuvo que marcharse de la escuela por salir mal en las pruebas, y empezó a predominar la “derecha.”  Paralelo a esto se caía el muro de Berlín y las cosas se pusieron muy difíciles en la Lenin.  Sentí que la violencia fría contra los que habíamos defendido el sistema creció en el aula injustificadamente.

Injustificadamente porque ninguno de nosotros había nunca aplicado poder alguno contra los que no pensaban lo mismo.  Pero igual, ellos habían tenido que marchar, que jurar, participar en actividades políticas que odiaban, gritar que serían como el Che cuando no querían serlo, o habían tenido que disimular demasiado tiempo valores que en verdad no tenían, y como resultado reaccionaron violentamente, con la brutalidad e inocencia propia con que se hacen las cosas a esa edad.

Después de la Lenin cada uno tomó su rumbo, muchos de los prosocialistas terminaron viviendo en Miami, muchos de los de “derecha” son en Cuba magníficos profesionales que trabajan para la revolución, y Tonito… se fue a vivir a España.

En estos días Antonio nos visita y nadie emula con él en el esfuerzo por unir nuevamente al viejo grupo del preuniversitario.  Tiene ya buena panza, una cubana por esposa y un nené de tres años que aprendió el catalán primero que el castellano.  Tonito no volvió nunca a estudiar, hace trabajo de obrero pero está al parecer contento con la vida que lleva.

Tonito se alegró de escuchar que yo también había llegado a detestar al régimen, que había leido un poco más tarde toda la literatura subversiva que él promovía, que había querido fugarme de la isla así fuese en una palangana, pero no me dió tiempo a explicarle o no quiso escucharme cuando intenté decirle que todavía yo me sentía prosocialista.

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