Tengo un amigo podrío*

Erasmo Calzadilla

Foto: Michelle Rankin

El servicio militar en Cuba es obligatorio salvo que por gay, por loco o pagándole a un oficial corrupto te libres de él.

No conozco a nadie que espontáneamente se presente a la oficina de reclutamiento.  ¿A quién le gusta estar marchando y chapeando bajo el sol de agosto, o recibiendo órdenes absurdas como: “¡No te rasques en posición de firme!.”

Conozco quien fingió de loco, quien se hizo pasar por gay, quien abandonó el país a su pesar, quien se mutiló y hasta quien se quitó la vida de un disparo con tal de no pasar el verde.

Y no dudo de la importancia de estar preparado para la guerra, más ahora que la OTAN se mete donde quiera y hace de las suyas.  Pero ¿Para qué tipo de guerra las FAR prepara a los muchachos que entran cada año a la previa?

Sabido es que los pueblos del tercer mundo, carentes de armamento sofisticado, solo pueden resistir a los modernos ejércitos aprovechando a la Gandhi cada elemento de la naturaleza como un arma, pero para lograrlo deberíamos estar bien integrados a ella, para no ser tan extranjeros en nuestra propia tierra como los mismos invasores.

¿Cómo sería la preparación para este tipo de guerra?

A mí, que no soy militar ni quiero serlo, se me ocurre que podrían esforzarse un poco y llevar a los reclutas a las zonas montañosas del país, que no son pocas ni están tan distantes; y allí sobre el terreno, además de estrategias de combate enseñarles (y dejar que se enseñen unos a otros) cuestiones prácticas: de geografía, de cómo orientarse en el monte sin necesidad de aparatos, de las plantas comestibles, curativas, venenosas, embriagantes o enteogénicas (pudieran llegar a ser necesarias en ciertas circunstancias), de cómo conseguir agua potable y otros mil trucos que los guajiros conocen bien.

Sería una forma divertida y apropiada para la edad de entrenarse y aprender cosas útiles no solo para la guerra.

No estaría mal enseñarles sobre la cultura y la espiritualidad de la gente que vive en las zonas intrincadas del país, y estimular el contacto humano respetuoso entre lugareños y reclutas.

Podrían incluirse clases de historia sobre conflictos militares librados por el nuestro u otros pueblos ante agresiones imperialistas.  Es importante que se sientan bien, que le cojan el gusto y acoplen con el entorno.

De paso conocerían zonas hermosas del país, con valor estético o ecológico más allá de lo utilitario.  Aprenderían a amar a esta isla y su gente que es lo básico para que después quieran defenderla.

Es bueno que aprendan a manejar la AKM, pero también las armas alternativas que sin muchos recursos cualesquiera con conocimientos del terreno puede implementar.

Es importante enseñarles a ser disciplinados, a obedecer las órdenes que desde un mando superior se impongan, pero también a organizarse de manera independiente, a tener autonomía, iniciativa, confianza en sí mismos, habilidades vitales en una guerra donde las pequeñas unidades dispersas tendrán un papel primordial.

Creo que solo de esta manera será posible hacer resistencia a los GPS, las gafas de visión nocturna, los satélites, las bombas inteligentes y sabe dios qué otros infernales y sofisticados aparatos traigan los invasores.

El entrenamiento ¿útil?

Me cuenta mi amigo que luego de varias semanas lo único que han hecho es marchar bajo el sol sobre un polígono, chapear y recibir clases “políticas.”

Aprender a marchar y trasladarse en grupos rígidamente organizados es, además de inútil y peligroso en un escenario real, extremadamente aburrido y cansón para eso chicos inquietos que apenas salen de la adolescencia.

Es sin embargo el entrenamiento perfecto si lo que se busca es atomizar, anular las relaciones horizontales, despersonalizar, homogeneizar y entrenar en la obediencia a un mando central, a un oficial especialista y profesional, con poder y grados pero sin auctoritas.

Como los muchachos no entienden nada del porqué de tanto desgaste sin sentido terminan agriados, odiando a los Sargentos Instructores y a toda la maquinaria que los sostiene.

Por otro lado están las clases políticas a las que nadie presta atención, según cuenta mi amigo.  Algunas han tratado sobre los símbolos patrios (nada más abstracto y alienante).

En otra ocasión les alertaron de la situación militar delicada que vive la nación porque a raíz de las marchas de Las Damas de Blanco, los ee.uu.  están tramando una agresión.

Es más fácil dominarlos echándoles miedo con una agresión; de paso intentar generar una asociación subliminar entre su malestar y las manifestaciones callejeras de estas mujeres.

Este tratamiento de las FAR a los reclutas es el típico que da una élite a una “masa”; “masa” a la que subestima y teme al mismo tiempo.

Los líderes populistas de acá blanden públicamente el concepto de “Guerra de Todo el Pueblo.” pero lo que entienden por tal es la subordinación de peones ignorantes a las órdenes de un ejército profesional que guarda bajo llave las armas y el conocimiento sobre la guerra.

Estas son las Fuerzas Armadas Revolucionarias.  Veamos de parte de quién se ponen si el party se calienta.

(*) podrío: Así le dicen en Cuba a los reclutas que están pasando el Servicio Militar Integral, sobre todo a los más nuevos. 

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