Erasmo Calzadilla
De vuelta a la cara “linda” de la urbe busqué información sobre el vertedero y supe, por los bombos y platillos de los diarios, que en el 2008 se instaló una planta de biogás de novísima tecnología.
Obtenida gracias a la colaboración de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial la planta tiene capacidad para procesar 20 de las 180 toneladas de materia orgánica que diariamente entran al vertedero. Su función primera es evitar que el metano, gas con potente efecto invernadero, pase directamente a la atmósfera, y disminuir la cantidad de residuos que ingresa al basurero.
Queriendo saber más de dicho proyecto, y con ánimo de recoger a un perrito enfermo que encontré en mi anterior visita calzé las botas y volví al culo de la ciudad. En esta ocasión me acompañó Irina (bloguera del havanatimes); ella tomó unas fotos impresionantes y entrevistó a una mujer que hurgaba en la basura.
Luego de un recorrido dimos finalmente con la planta; el humo incoloro de sus chimeneas era la evidencia de que en verdad funciona. Me alegró saber que algo se hace por descontaminar el basurero y mitigar sus efectos, mas luego aparecieron las dudas.
Sobre el proyecto los diarios se mostraron muy animados y nada críticos pero ¿fue en verdad la mejor opción? La adquisición de tecnología de punta será siempre la mejor opción, dirán los tecnócratas si se les pregunta.
La planta de biogás en el vertedero implica el traslado desde lejanos rincones de la materia orgánica que la alimenta (restos de desmoches y chapeas). Una caravana de camiones lanzandores de pedos de CO2 se encarga cada día de esta tarea, en un panorama donde el petróleo es cada vez más caro y difícil de encontrar.
Además ¿Qué haremos cuando la automatizada planta se averíe o desgaste? ¿Volver a traer piezas de Alemania o China? Agréguese a ello que cientos de toneladas de residuos sólidos permanecen diariamente sin tratar pues la planta no da abasto.
Por todo lo anterior me pregunto si no será más interesante y sencillo aprovechar los residuos orgánicos de manera local en la confección de compost. La infraestructura necesaria para ello es mínima; un carretón jalado por un caballo o una bicicleta con tráiler serían los “aparatos” más complicados, y estos abundan en la periferia de la ciudad. Además ello podría ser fuente de nuevos empleos y ayudaría a fundar una cultura del reciclaje.
El compost que así se genere puede aprovecharse en el mismo barrio, mientras que el que produce la superplanta tiene que ser trasladado de regreso a los municipios montado otra vez sobre camiones petroleros.
Y para demostrar que sí es posible; aún sin bicicleta ni caballo, sino con los brazos y la fuerza de la amistad, un grupo de muchachones nos estamos encargando en el tiempo libre de los residuos vegetales de la cuadra. Con ello fabricamos un compost que aún está a prueba pero a la vista y al tacto parece exquisito.
¿No se anima?
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Nota: al perrito no lo encontré, pero volveré para buscarlo de nuevo.
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