Palabras que delatan intenciones

Erasmo Calzadilla

Una dicotomía resuelve muchos problemas, y también crea otros terribles.  Hace unos milenios el ser humano descubrió que en él convivían dos entidades absolutamente diversas: el alma y el cuerpo, y fue grandioso, pero ya lleva demasiado tiempo estancado en lo mismo.

En la física ocurrió algo semejante cuando el universo comenzó a ser pensado como un entramado de masas y fuerzas. A un lado quedaba la masa, el ente incapaz de cambiar el sentido a su movimiento sin la ayuda de otro; por el otro su contrario: el vector abstracto lleno de sentido y dispuesto a acelerar a quien encontrase a su paso, pero sin corporeidad él mismo.

Pero ¿cómo una fuerza incorpórea podría actuar sobre una masa? Ello ha sido difícil de tragar, sin embargo cuesta más librarse de esta categoría que inventar algo más dialéctico.

En socio-política no se está a salvo de las dicotomías. Ciertos pensadores han considerado adecuado distinguir en la sociedad a la élite de las masas.

En analogía con lo sucedido en la física y la metafísica queda así radicalmente separado el elemento activo del pasivo, y el problema es luego concebir el vínculo entre seres tan distintos.

En el ámbito de lo social pensar con categorías dicotómicas constituye un peligro no solo epistemológico.

Los buenos profesores de filosofía que una vez tuve aborrecían el término “masas” pues este carga inevitablemente con los prejuicios clasistas contra los que estos profesores luchaban.

Por eso, ¿me asombra? cuando leo en el diario Granma una reflexión de Fidel Castro titulada: “El verdadero método revolucionario es vincularse a las masas.”

Deconstruyamos glosa a glosa el sentido de la reflexión de Fidel aparecida el 29 de junio en el Granma.

Según cree el ex presidente de la república el revolucionario es un ente aislado con vida propia más allá de las masas, al que hay que recordarle que debe vincularse con ellas, porque al parecer a veces se le olvida.

¿Y cómo sugiere Fidel el vínculo del revolucionario con las masas?  Con un cambio repentino del sujeto en un mismo párrafo: del revolucionario al funcionario, se aprecia que el Secretario General del PCC concibe al revolucionario como dirigente de las masas.  Este dirigente revolucionario debe “evitar el método burocrático”, que “significa gobernar desde arriba”, “significa la ausencia de contacto entre el que administra … y las masas.”

Pero más concretamente ¿cómo supone Fidel debe ser este contacto para evitar el método burocrático?  Escuchémoslo:

“La revolución nos ha enseñado a todos nosotros (¿quién es el nosostros?) que (la base, es decir la masa), estaría dispuesta a hacer mucho más cuando se consulta con ella, y cuando se le convence de que es necesario hacer un esfuerzo” “no hay mejor método de trabajo que hablar con el pueblo… conocer las opiniones, conocer los problemas.”

En el modelo de Fidel Castro no parece que las decisiones salgan de las masas.  A las masas se les consulta y se les convence. ¿qué más podría  esperarse de unas masas? Y ¿Quién es el consultador y el convencedor? Por supuesto el revolucionario funcionario.

Este tipo al que Fidel se dirige no es un representante del pueblo, sino un cachorro de populista. La recogida de opiniones de “las masas” y luego su interpretación a puertas cerradas por una élite de “revolucionarios” gobernantes es el infecundo método de dirección que se ha seguido en este país por demasiado tiempo.

El sentido del artículo es luchar contra la burocracia, pero más bien parece estar sentando las bases para el surgimiento de una.

Nota: Cuando llegué al final vi que no era, como imaginaba, una reflexión actual, sino un extracto de algo dicho o escrito en octubre de 1961. Al menos en este tema Fidel no parece haber cambiado mucho desde hace 50 años.