Hasta aquí las clases

Erasmo Calzadilla

Chivos como estos abundan en el piso de la escuela durante los exámenes.

El lunes 3 de enero recomenzaron las clases en el preuniversitario de Mantilla, pero sin mí.  Todos estos días de fin de año la he pasado meditando si dejarlo o no, y he decidido que sí.

Por un lado me da mucha pena con los profes que todavía resisten y los estudiantes a los que he tomado aprecio, pero por otro me siento un gran deseo de sacarle el cuerpo a ese absurdo que me consume.

Absurdo porque en realidad no estoy enseñando a nadie (hay raras excepciones, claro).  Los muchachos no tienen ningún interés en aprender y reaccionan contra el que quiera romper una dinámica que culmina en fraude.  No son unos pocos descarriados los que ponen la cosa mala, si así fuera aún se podría luchar; es masivo.

Por estas cuestiones y otras los profesores se han ido marchando, y últimamente éramos unos pocos sosteniendo la tambaleante escuela.  En algún momento le sugerí al Consejo de Dirección tomar medidas urgentes y ejemplarizantes con los más “malacabeza.” pero no fui escuchado.

Grafiti en el barrio de Mantilla.

Todavía impera aquí un concepto de masividad en la educación que hace mucho daño, pero la escuela ha de ser para quien se la merezca con una actitud positiva hacia ella.

De todas maneras hubiera sido una medida de dudoso resultado; la causa del mal es más profunda y difícil de erradicar: una visión paternalista de la educación asociada a la enfermedad política que adolece este país.

La enseñanza aquí no parte del interés genuino de los niños y los jóvenes.  Desde muy temprano se ignora o aplasta su vocación y curiosidad, y se les atiborra con materias poco interesantes para ellos.

Este “estilo de enseñanza” es coherente, se ajusta y entrena para un régimen político populista y no democrático.  Como resultado de ello cuando los chicos crecen y se sienten con fuerzas, entonces, como es natural, boicotean el proceso “educativo” devolviendo violencia por violencia.  Y en el medio de todo ello queda el profesor, que ha de volverse un violento sino quiere que el león se lo desayune.

Diploma.

Y en fin que me voy del pre Mantilla donde trabajé hasta la afonía sobrecargado de estudiantes y de grupos (me gané hasta un destacado).  Ya hace un tiempo anuncié mi salida para que no los cogiera de sorpresa y buscaran a un sustituto pero hasta el sol de hoy no ha aparecido ninguno.

Por otra parte estoy haciendo gestiones para comenzar de profe en una facultad nocturna donde las personas concurren porque han comprendido la necesidad de aprender, o al menos de tener un título, que ya es algo.

Voy a seguir enseñando a los muchachos del pre que vengan a buscarme a casa, me encantará hacerlo y gratis siempre que el interés parta de ellos.

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