Erasmo Calzadilla
HAVANA TIMES — Cuando a principios de este siglo la economía cubana cogió un respiro gracias a Venezuela, su Revolución y sus enormes charcos de extrapesado, los administradores de la mayor de las Antillas comenzaron a actuar como si, finalmente, luego de tantos tropiezos, doña Fortuna tocara a la puerta.
Como un hombre pobre que gana la lotería y se apresura a botar sus trastos viejos, así procedimos cuando la suerte comenzó a sonreírnos; reestructurándolo todo y engalanándonos para recibir como dios manda al añorado desarrollo.
De las transformaciones acometidas algunas fueron más profundas, como la Revolución Energética; otras más cosméticas. Entre las segundas figura el reacondicionamiento arquitectónico de buena parte de las oficinas y establecimientos estatales con vistas a la climatización. Marquetería de aluminio, cristales y planchas de PVC sustituyeron a las deslucidas y carcomidas persianas de pino.
La gente estaba que no cabía de alegría, admirando los vistosos paneles de cristal y a la espera del aire acondicionado pero qué poco duró el frío en casa del pobre.
Al cabo de una década la estrella de la revolución bolivariana comenzó a declinar y muchas de las inversiones y transformaciones realizadas gracias a su empuje quedaron a medias. Una vez más, ay, Doña Fortuna dejó a los Castro vestidos para el baile.
Pero regresemos a las oficinas climatizadas. El equipo de aire acondicionado nunca llegó, o llegó pero ya se rompió, o funciona aún pero no se puede usar más que un rato porque dispararía la tarifa eléctrica.
En los locales aclimatados cual peceras ni el aire ni la luz del sol acceden de manera natural; es necesario prender lámparas durante el día y ventiladores que remuevan el aire viciado. En mi barrio actual (zona siete de Alamar) “pre-climatizaron” el mercado y hoy parece la cueva de Alí Babá, modernizada. Cuando el fluido eléctrico falla, y a menudo sucede, resulta sencillamente insufrible.
Lo peor de todo es que ahora es mucho más difícil y caro retornar a las humildes persianitas de pino.
En una década la fiebre modernizadora se propagó a todo lo largo y profundo de la economía cubana. Las dolorosas lecciones aprendidas durante el Periodo Especial, las transformaciones mentales y materiales advenidas bajo el imperio de la escasez, fueron tiradas como si de un trapo sucio se tratara. Enumero algunos ejemplos:
Maestros de carne y hueso que pertenecían a la localidad → video-clases y profesores emergentes traídos de otras provincias e implantados en una realidad sociocultural muy diferente.
¿Y ahora qué? Aterrizar, afrontar nuestra situación real y tratar de no olvidar la moraleja, para que los apóstoles del desarrollo no nos vuelvan a timar.
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