Erasmo Calzadilla
HAVANA TIMES — Estoy conmocionado. En menos de un año tres amigas mías han sido diagnosticadas y tratadas de cáncer cuello-uterino (CCU); tres muchachas salvadas de una muerte lenta y horrible.
Este trabajo lo dedico a los que luchan contra esa enfermedad.
Más de 270 mil mujeres mueren anualmente debido a ese padecimiento. Entre las féminas es la segunda neoplasia más frecuente y la quinta causa de muerte por cáncer. La tasa de mortalidad por CCU está creciendo en el mundo entero; la OMS estima que irá a peor.
Lo más triste del caso es que se trata de un mal prevenible y curable con mínimos recursos. Por esa razón el 80 por ciento de las fallecidas viven en países “en vías de desarrollo”, donde esos mínimos recursos brillan por su ausencia o a la élite no le interesa invertirlos en salvar vidas humanas. Cuba es la prueba de lo mucho que un país humilde puede avanzar en la lucha contra ese mal.
Una de las formas más eficaces y baratas de combatirlo es la prevención.
Desde mediados del siglo pasado se descubrió que del 99 al ciento por ciento de los casos comienza con una infección transmitida por vía sexual. Algunas cepas del Virus de Papiloma Humano (VPH) pueden malignizar las células del cuello del útero y otros tejidos en hombres y mujeres.
El sexo seguro es, por tanto, la primera línea de defensa contra el VPH y el cáncer cuello-uterino. Informar del peligro y facilitar el acceso a condones constituye la manera más sencilla y barata de salvar millones de vida. Pero en este mundo loco resulta más “interesante” desarrollar fármacos sofisticados y caros que promover hábitos saludables.
Desde mediados de la década pasada las farmacéuticas comercializan dos vacunas que protegen contra algunas de las cepas más peligrosas del VPH. La OMS recomienda su uso, pero el precio es todavía muy alto y muy pocos países las incluyen en sus programas masivos de vacunación
Otra manera efectiva de evitar el desarrollo de la enfermedad es mediante campañas de tamizaje en poblaciones de alto riesgo. Salvo excepciones, el tamizaje masivo implementado por países “en desarrollo” no cubre ni la mitad de la población en riesgo.
Se trata, pues, de una dolencia asociada a la pobreza, a la ignorancia y a la existencia o no de voluntad política para tratarla. Con este preámbulo aterricemos en Cuba.
El proceso social iniciado en 1959 revolucionó el sistema de Salud; los resultados fueron inmediatos. En 1965 la tasa de mortalidad por CCU era de veinte por cada 100 mil mujeres (típica de los países donde apenas se hace por prevenirlo y tratarlo); un quinquenio más tarde había caído a CUATRO. Para llevarnos una idea, EE.UU. tardó casi medio siglo en conseguir un record similar [1]. O los informes estadísticos oficiales son falsos o estamos en presencia de una gran hazaña.
En 1968 fue creado el Programa Nacional para el Diagnóstico Precoz del Cáncer de Cuello Uterino. El Programa se enfocó en la masificación del Test de Papanicolaou, conocido aquí como Prueba Citológica, con cobertura para casi el 70 por ciento de la población en riesgo. No es una prueba muy sensible, pero ha logrado salvar la vida a millones de mujeres.
Sin embargo, desde 1970 hasta la fecha, la situación del CCU en Cuba no ha hecho más que empeorar; la tasa de mortalidad es hoy el doble de la que era.
Los países de la región, que inicialmente quedaron rezagados respecto al nuestro, luego se pusieron las pilas y nos alcanzaron.
Cuando una enfermedad peligrosa cobra bríos, lo más lógico es que el Ministerio de Salud cree una comisión que investigue las causas y publique conclusiones. En Internet encontré infinidad de artículos científicos e informes oficiales sobre el cáncer cuello-uterino, realizados en Cuba por médicos, periodistas e investigadores cubanos; ninguno de ellos tenía por objetivo analizar las razones que han provocado el crecimiento exponencial del CCU en nuestro país.
Mientras esperamos por la investigación oficial y su publicación en un sitio accesible, disfracémonos de Sherlock Holmes e intentemos develar el misterio.
La tasa de mortalidad asociada al CCU puede estar creciendo por dos razones diferentes: un aumento en la incidencia de la enfermedad y un aumento de la mortalidad de las mujeres que enferman. ¿Cuál de las dos está ocurriendo aquí? Las dos.
Aumento de la tasa de incidencia
Según datos tomados del Anuario Estadístico de Salud, la tasa de incidencia de la enfermedad viene creciendo, al menos, desde 1990 (no cuento con datos previos a esta fecha).
El crecimiento de esa tasa es resultado de una mayor exposición a factores de riesgo [2]. En el caso del CCU los factores de riesgo son:
Precocidad y promiscuidad sexual, embarazos tempranos y abundantes, tabaquismo, no asistir a exámenes citológicos, edad avanzada, nivel socioeconómico bajo e infección con cepas oncógenas del Virus de Papiloma Humano, entre otros. ¿Cuáles de ellos están golpeando en Cuba?
Analicemos caso a caso.
Por arribita parecen razones suficientes para justificar el aumento en la tasa de incidencia.
Las causas que están llevando a las cubanas a reducir la frecuencia de la Prueba Citológica deben ser investigadas de inmediato por el Sistema de Salud. Puede que las campañas informativas no estén cumpliendo su función, puede que la nueva ola de machismo esté contribuyendo a ello.
Aumento en la mortalidad de las mujeres que enferman
Cuando sumamos este “raro” comportamiento suicida (de no hacerse el test) y un presumible (aunque no comprobado) deterioro de la calidad del tamizaje, debido a la partida de los mejores técnicos y médicos hacia “misiones internacionalistas”, el resultado es una detección más tardía del CCU. Este problema, que se ha agravado en la última década, aumenta la probabilidad de morir a causa de esta enfermedad.
A la detección tardía podría estarse sumando un presumible deterioro en la fase de tratamiento (por déficit de médicos y medicamentos). Ambos factores podrían explicar el aumento de la mortalidad por CCU entre las mujeres que lo padecen. Esta variable crece apresuradamente, acercándose a valores previos a 1970.
Finalmente un esquema general de cómo veo la situación en nuestro país
Concluyo aquí el análisis de los datos, es la hora de proyectarnos hacia el futuro.
¿Cómo afrontar el CCU en el futuro?
La mayoría de las investigaciones, trabajos periodísticos e informes oficiales que tuve oportunidad de consultar (cubanos y extranjeros) propone introducir técnicas novedosas (biotecnológicas) en el tratamiento de la enfermedad, como las vacunas profilácticas y el testaje de cepas oncógenas de VPH.
La cumbre en Cuba de esta “línea de abordaje” lo constituye el proyecto de vacuna que desarrolla el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).
¿Por qué copiar la fórmula de éxito de los países ricos?
Todos estos genios de la ciencia olvidan que Cuba logró una reducción milagrosa de la tasa de mortalidad a golpe de campañas informativas, personal calificado y microscopios de la primera guerra mundial.
Algunos olvidan, porque les conviene desarrollar y vender fármacos (viven de eso), otros olvidan, porque no pueden superar el paradigma que pone a la tecnología en el centro del cosmos. Lo cierto es que los desmemoriados constituyen opinión mayoritaria y va a ser muy difícil torcer el rumbo, a menos que… occura un desastre.
Ya conocen mi punto de vista. La economía mundial y los índices sociales de Salud comenzarán a caer en breve (si no lo hacen ya). ¿Causa? Cambio Climático, declive energético y otros problemas provocados por el choque del capitalismo expansionista con los límites del sistema.
Si las predicciones de peakoileros y calenturólogos no son erradas, dentro de poco tendremos que renunciar a los rimbombantes proyectos biotecnológicos. Solo entonces prestaremos la debida atención a aquella gloriosa gesta de los 70.
Vivimos tiempos embriagantes a propósito del restablecimiento de relaciones con EE.UU. Ojalá la borrachera y el momentáneo auge económico no nos lleve a sustituir al viejo Papanicolaou por tecnología de punta; luego sería más difícil retornar.
Una última nota. Como hemos visto, el CCU comienza por el contagio con VPH. Lo lógico sería instruir a las pacientes y a sus parejas sobre este tema y hacer un seguimiento epidemiológico, tal como se realiza en el caso del SIDA. Este proceder no está implementado en Cuba, a mis amigas con lecciones malignas en el cuello del útero sus médicos ni siquiera les hablaron del tema. Creo que podría ser una manera sencilla y barata de luchar contra la enfermedad, aun en tiempos de crisis.
Notas:
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