Aunque descubran petróleo en aguas cubanas

Erasmo Calzadilla 

HAVANA TIMES, 20 feb — Mañana del sábado. Me levanto fresco como una lechuga fresca y dispuesto al solaz espiritual, pero no hay gas para cocinar.

Según la libreta de abastecimiento ya nos toca así que viéndome sin pretextos parto rumbo al punto de distribución que nos corresponde en Alamar, donde un puñado de alamareños carimustios (la mayoría viejos) se aglomera desde bien temprano. Corre la voz de que hay poco combustible y no alcanzará.

La cosa es para largo así que pido el último, compro un diario y me recuesto con pretensiones de leer, pero mis prójimos en la cola conversan y me sumo a la tertulia.

La señora de atrás tiene un hijo trabajando en Angola; con carro, casa, buen salario y posibilidades de quedarse a vivir. Ella pasa trabajo en Cuba pero ni muerta se va al África porque pa’ negros con los de Alamar tengo, y señala con desprecio a su alrededor.

El de’alante es un médico medio tiempo y medio loco que ya no practica su profesión. Me cuenta que desde su casa frente al mar se ve la nueva plataforma petrolera y con la misma salta a hablarme de los amigos que en el 94 se tiraron al mar; más nunca supo de ellos.

El sol comienza a picar, los fumadores enrarecen la atmósfera, los viejos están cansados, nerviosos, angustiados.

En Alamar florecen los timbiriches, garajes, cercas de hierro, apartamentos adosados a los edificios, construidos todos sobre el espacio público y con materiales substraídos de los bienes públicos, pero en el espacio público de la cola del gas no hay un techito para refugiarse del sol ni unos banquitos que hagan mas cómoda la espera.

Son más de las 11 am y el nivel de inquietud se dispara. La señora con el hijo en Angola resuda racismo y el galeno psiquiátrico está cada vez más incoherente (visto desde mi cordura de la que doy fe).

Hay tropelaje, la cola no avanza, los que viven de vender turnos están en plena faena, otros cuelan a sus compinches y hasta el tipo que despacha prioriza a la cara sus clientes “particulares.”

Doce del mediodía, ambiente muy tenso. Ya sé que no voy a alcanzar gas, pero me quedo a presenciar el desenlace.

Delante de mí la gente pelea, grita, amenaza, manotea, gruñe y saca los colmillos (algunos de oro); cualquier cosa menos organizarse y cerrar fila contra los colados. Los más agresivos vencen: Un viejito se queja y los tránfugas lo ponen como a un zapato.

Estoy a punto de saltar, de desgraciarme, pero no me desgracio, y el anciano queda amedrentado, humillado.

Finalmente se acaba el gas y sin despedirme de mis vecinos de cola doy media vuelta y regreso con el rabo entre las patas.

En casa podemos arreglárnosla con la cocina eléctrica pero me da por pensar que la casa grande no tiene arreglo (encuentren o no petróleo en la plataforma), y me sale un post pesimista.

PD: El lunes cogí el gas en 5 minutos. El doctor y el viejito por el que casi me desgracio pasaron a mi lado y no me conocieron.

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