¿Se podrá en la Puerta del Sol?

Erasmo Calzadilla

Los indignados. Foto: Montgomery, wikimedia.commons.org

A principio de este siglo aparecieron por mi (no turístico) barrio un par de catalancitos melenudos, empercudidos, sin un medio en el bolsillo y con mucho brillo en los ojos; que comían lo que les brindaban y dormían donde les cogiera la noche.

Lo más cercano que encontraron en El Eléctrico fue otra pandilla de peludos medio díscolos que eran los miol, como se dice hoy.  Salimos juntos a recorrer el país y quedamos muy encariñados.

Hasta el día de conocerlos teníamos por revolucionarios a tipos como nuestros padres: dogmáticos, violentos, aferrados a sus principios, obedientes a sus superiores, cerrados a lo nuevo, fanáticos a las películas de acción, los culebrones y los discursos políticos, machistas y moralistas.

Sin embargo aquellos crios ibéricos eran una especie de revolucionario que nunca habíamos conocido: tan o más locos que nosotros pero a la vez muy maduros políticamente, libertarios y con tremenda experiencia de lucha.  Fueron para nosotros los heraldos de algo grande que se venía cocinando al otro lado del atlántico.

De los catalancitos hace años que nada sabemos.  La semillita rica que ceremoniosamente plantamos nunca se dió (ya sabemos lo delicada que es esa plantica), pero la que nos sembraron ellos en el corazón ya casi es un arbusto.

Ahora que la península se levanta miro al televisor a ver si por casualidad los distingo entre la multitud ¿Será aquel? Ojalá pudiera estar allá con ellos, acampando en una plaza bajo la misma carpa que usamos en Pinar del Río, y aprendiendo cómo  poner buena la fiesta.

No importa, de lejos también se puede aprender, así que he tomado unas notas pa’ cuando nos toque a nosotros despertar.  Aquí van:

– Habrá muchos intentos frustrados antes de que algo de peso suceda.  No desalentarse.

– Sería oportuno pero no necesario contar con el permiso de las autoridades y apoyo legal.

– La resistencia pacífica no violenta es magnífica como espíritu y como estrategia.

– No es imprescindible una labor de organización previa ni la fijación de un día para el comienzo.  La reunión espontánea de miles de personas es una garantía (no la prueba definitiva) de que se trata de un auténtico movimiento social y no la obra de unos ilustrados arrastrando masas.

– Mantener a toda costa la descentralización.  Ya sabemos el daño que hacen los  líderes.

– No es necesario poner reggaeton ni traer una pipa de cerveza para atraer a los indecisos.

– La plaza tomada puede convertirse en campamento donde se cocine, trabaje, juegue, incluso se siembre y cultive para el autoconsumo.  Podríamos aprovechar para ir practicando el mundo que queremos.

– Nadie tiene que venir a limpiar el sitio; los acampados podemos hacernos cargo.

– No hace falta un programa de acción o tabla de demandas previo, estos pueden nacer de las asambleas y mesas de trabajo in situ.

– No excluir a nadie por temor a que nos complique.  Si alguien del movimiento se pone a hacer cosas que podrían complicarnos resolverlo de la manera menos violenta posible.

Es preciso una buena dosis de madurez para sostener estos puntos ¿La habremos alcanzado? Ya veremos.

Por cierto tengo una curiosidad: He leído que evitan las bebidas alcohólicas en las manifestaciones pero ¿habrá problemas con prender un fori?

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