Por Elio Delgado Legón
Según las investigaciones a las que se refiere Bianchi en su artículo, todo el terreno que ocupa el barrio de Miramar era en el siglo XVIII un monte que pertenecía a Don Jacinto Tomás Barreto y Pedroso. Nadie sabe cómo adquirió esa propiedad, ni la de los tres ingenios azucareros que poseía en los alrededores de la capital, pero se sabe que en 1786 el rey Carlos III de España le concedió el título de Conde de Casa Barreto.
El Conde Barreto murió en 1791, a la edad de 73 años, y se supone que sus numerosos descendientes -10 hijas y un hijo- se repartieron sus propiedades, incluyendo el Monte Barreto, donde se construyó el exclusivo barrio de Miramar, a principios del siglo XX.
En su artículo, el periodista Ciro Bianchi expresa lo siguiente: “Lo cierto es que adentrado el siglo XX y aun después de construido el reparto Miramar, quedó una zona del llamado Monte Barreto de reserva y no utilizada, que nunca dejó de inspirar recelos, pues en ella se llevaron a cabo horribles crímenes y suicidios que quedaron reflejados en las crónicas rojas de los periódicos de la época…”.
Hace más de 30 años que yo vivo muy cerca de esa área a la que todos llaman Monte Barreto, que iba desde la calle 60, donde termina Miramar, hasta la calle 82, donde comienza otro reparto más pequeño.
El espacio descrito estaba lleno de rocas de costa de las llamadas diente de perro y de matorrales costeros, entre los cuales, a veces, camioneros irresponsables vertían camiones de basura para ahorrarse el viaje al vertedero oficial.
Pero hace algunos años, la fisonomía del lugar comenzó a cambiar. Se construyeron edificios para embajadas y viviendas, y con el desarrollo del turismo se edificaron ocho hoteles y actualmente hay dos más en construcción. También fue construido un grupo de edificios para oficinas y comercios, conocido como centro de negocios.
Aun así, detrás de todas esas construcciones, entre las calles séptima y novena quedaba una ancha franja de terreno, desde la calle 70 hasta 82, que mantenía las características ya descritas y que le seguían llamando Monte Barreto.
Durante los últimos tres o cuatro años, toda esa área comenzó a cambiar con la construcción de centros gastronómicos y recreativos, se sembraron árboles y césped y hoy es un sitio de esparcimiento para los vecinos de los alrededores y ya nadie le dice Monte Barreto, sino parque ecológico. Con esta última obra desaparece definitivamente la mención a ese personaje que durante su vida de hacendado y terrateniente fue un abusador que disfrutaba azotando a los esclavos.
Cuenta la leyenda que cuando el Conde Barreto falleció, lo estaban velando en su casa campestre, cerca del río Almendares, pues se había desatado un violento huracán y esperaban que pasara para llevarlo a su casa en La Habana; de pronto, una inesperada inundación penetró en la casa rompiendo puertas y ventanas y se llevó el sarcófago, que nunca más apareció.
Presentamos las noticias internacionales en breve recopilada por Democracy Now el lunes 29 de abril de 2024.
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