Elio Delgado Legón

Calle de Santo Domingo, Villa Clara

HAVANA TIMES — La lucha clandestina contra el dictador cubano Fulgencio Batista, se hizo cada vez más difícil en mi pueblo. Había que actuar sin que te descubrieran y vivir una vida normal, trabajando y estudiando. Aparentando que no tenías nada que ver con actividades revolucionarias.

En una ciudad grande cabía la posibilidad de permanecer clandestino mientras no te descubrieran, pero yo vivía en Santo Domingo, un pueblo pequeño de la provincia de Las Villas, donde lo estaban observando a uno casi todo el tiempo.

Precisamente, por ser un pueblo pequeño, donde los policías y la guardia rural eran vecinos, familiares o amigos de los ciudadanos, no ocurrían asesinatos, torturas o desapariciones, y cuando querían darle un escarmiento a alguien, traían personal de otros lugares para darle una golpiza. Así se hizo famoso un cabo de la policía que traían de Sagua la Grande y quien se había ganado el sobrenombre de Rompehuesos.

Cuando Rompehuesos aparecía en el pueblo, ya se sabía que alguien iba a ser golpeado hasta romperle algún hueso y había que cuidarse.

Hubo dos ocasiones en que Rompehuesos apareció y, al parecer, yo era el elegido. En las dos ocasiones ocurrió exactamente lo mismo. Ello me releva de tener que narrarlo dos veces.

Yo trabajaba despachando gasolina en el servicentro “20 de Mayo”, donde además había un restaurante y cafetería y dos o tres cuartos en estado bastante deplorable para alquilar a personas de muy bajos recursos que necesitaran hospedarse.

Por las noches, me trasladaba hasta Santa Clara, donde estudiaba en la Escuela de Comercio. Regresaba cerca de las doce de la noche y tenía que ir a pie por una línea de ferrocarril, completamente oscura, hasta mi casa distante dos kilómetros. Era peligroso, pero tenía que hacerlo. No había otra solución.

En las dos ocasiones mencionadas, al llegar yo de Santa Clara y pasar por la cafetería de mi trabajo, como era mi costumbre, los compañeros me informaron que hacía poco rato había estado allí el teniente de la policía, acompañado de Rompehuesos y que habían preguntado dónde yo estaba. Al contestarles que estaba en Santa Clara estudiando, tomaron por el mismo camino que yo debía recorrer todas las noches.

Me aconsejaron no ir para mi casa y me quedé en uno de los cuartos del hotelucho hasta por la mañana. Luego fui hasta mi casa para avisar que estaba bien y cuando pasé por la estación del ferrocarril un guardajurado amigo me dijo que había estado esperándome toda la noche para informarme que los dos mencionados personajes le preguntaron si me había visto pasar y al contestarles que no, tomaron por la línea del ferrocarril con rumbo a mi casa, a donde, por cierto, no llegaron.

Evidentemente me habían puesto una emboscada en la oscuridad de la línea por donde se suponía que yo debía transitar. No había pasado un mes y se repitió la misma historia.

También en mi casa estuvieron en dos o tres ocasiones, en horas de la madrugada, el teniente de la guardia rural y varios soldados y lo registraron todo, buscando algo que me incriminara, pero no hallaron nada.

Yo no entendía por qué tanta preocupación conmigo si yo aparentaba bastante bien estar tranquilo sin meterme en nada.

Hace apenas unos años encontré la respuesta en un libro que cayó en mis manos porque un amigo me lo prestó. Se trata de “Fidel Castro, vida y obra”, de Luis Conte Agüero, el cual, en su página 353, dice lo siguiente:

“El día 3 de enero, (1956) la opinión pública cubana se conmueve con una información que publican todos los diarios en primera plana.” Transcribo la de El País, suprimiendo los cintillos:

“A pesar de la absoluta reserva tenida por los Magistrados del Tribunal de Urgencia en relación con la denuncia remitida a ese organismo por el jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) coronel Antonio Blanco Rico, en relación con un plan subversivo fraguado por el doctor Fidel Castro Ruz desde el extranjero, se pudo conocer que dicho plan se extiende a toda la nación, según informamos ayer”.

“El coronel Blanco Rico señala los centros de conspiración y nombres de las personas complotadas.”

“Consigna el Jefe del SIM en la denuncia remitida a Urgencia que los seguidores de Fidel Castro que planean el movimiento subversivo en Las Villas, son: Elio Delgado León [así apreció], Celestino Rodríguez, Guillermo Herrera Álvarez, Julio Pineda Delgado, Angel Luis Moreira Hunts y otros que han sido puestos a disposición del Tribunal de Urgencia de aquella provincia.”

Los que aparecen conmigo en esta información son mis compañeros, con los que compartí acciones revolucionarias, cárcel, juicios, pero nunca supimos que el SIM nos tenía en la mira.

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