La huelga azucarera de 1955

Elio Delgado Legón    

Fructuoso Rodríguez. Foto: encaribe.org

HAVANA TIMES — Desde principios de diciembre de 1955, en Cuba, los trabajadores del azúcar comenzaron a reclamar el pago del diferencial al que tenían derecho, pues durante el año el azúcar se había vendido a un precio superior al tomado como base para el pago de los salarios de la zafra anterior.

En Santo Domingo, Las Villas, lugar de nacimiento de Fructuoso Rodríguez, entonces vicepresidente de la Federación Estudiantil Universitaria,(FEU) y zona eminentemente cañera, con tres centrales azucareros, fue donde se produjeron las acciones más destacadas de la huelga. Se obstruyó la carretera central durante todo un día, se cortaron cables y postes telefónicos, todo el comercio cerró y se declaró “ciudad muerta”.

El 24 de diciembre, el ambiente estaba tenso, pues todas las labores de reparación en los centrales se habían detenido. Fructuoso llegó por la tarde y se dirigió a casa de su tía. Allí lo esperaba yo y estuvimos conversando sobre la situación. Después de la cena de noche buena, coordinó conmigo para que citara a una reunión la tarde siguiente, a los compañeros más activos en la lucha contra la tiranía de Batista.

En la reunión, Fructuoso explicó la necesidad de la lucha para apoyar a los trabajadores azucareros y para demostrarle a la tiranía de lo que era capaz el pueblo organizado. De allí salió cada uno con su tarea.

A la mañana siguiente, mis compañeros y yo comenzamos a incendiar neumáticos en plena carretera central, a todo lo largo de la ciudad, a lo cual se sumó parte del pueblo colocando otros obstáculos y rompiendo botellas para que no pudiera transitar ningún vehículo.

Todo el comercio cerró y Santo Domingo se declaró “ciudad muerta” durante todo el día 26, aunque ya por la tarde, la policía y la guardia rural obligaron a algunos pobladores a limpiar la carretera para que se pudiera reanudar el tránsito.

Los comercios permanecieron cerrados y las fuerzas de la dictadura patrullaban las calles, con armas largas y machete al cinto.

Para el día 27 por la tarde se organizó una manifestación que debía salir de la esquina del parque y avanzar por la calle central con rumbo al cuartel de la guardia rural, al otro extremo del pueblo.

Fructuoso llegó con una gorra de chofer y se puso al frente de la manifestación. Cogidos del brazo, íbamos en primera fila, en el centro, Fructuoso y yo, además de otros compañeros de los más combativos. Detrás se fue sumando pueblo, hasta constituir un grupo bastante numeroso.

Así avanzamos casi dos cuadras, porque en la segunda esquina nos esperaban varios carros repletos de policías y guardias rurales con armas largas y machetes desenvainados.

Comenzaron a tirar al aire y avanzar contra nosotros blandiendo los machetes. La manifestación se dispersó y Fructuoso tomó por una calle a la derecha, pero al tratar de entrar a una casa para protegerse, le cerraron la puerta y allí lo alcanzó la guardia rural. Le dieron un culatazo en la sien y lo detuvieron. Después, le pusieron una venda en la herida, lo llevaron para el cuartel, y lo sentaron en el vestíbulo a esperar que levantaran el acta.

Yo me había guarecido en uno de los portales y desde allí pude ver todo lo que estaba ocurriendo, pero no me detuvieron.

Al pasar frente al cuartel, vi a Fructuoso sentado en el vestíbulo, con una venda en la sien.

Como yo trabajaba cerca del cuartel, algunos guardias, entre ellos el cabo de carpeta, me conocían. Me acerqué al cabo de carpeta que había quedado de posta en la puerta y le pedí permiso para hablar con el detenido.

Para mi sorpresa, me permitió entrar y me dijo que saliera rápido antes que llegara el teniente. Entré y conversé con Fructuoso sobre las cosas que quedaban pendientes por hacer, como una proclama que debía imprimirse y repartirse.

Luego, a Fructuoso lo trasladaron para Santa Clara, donde fue puesto a disposición del tribunal de urgencias y recluido en la cárcel provincial, en espera del juicio. En días posteriores fui a visitarlo a la cárcel para informarle lo que habíamos hecho.

La huelga terminó con un triunfo de los azucareros, si no total, al menos pudieron cobrar una parte importante de lo que reclamaban.

De regreso para La Habana, el 10 de enero, después del juicio, en el que le impusieron una multa de 50 cuotas de un peso, por desorden público, Fructuoso pasó por Santo Domingo a despedirse de su familia y de los compañeros que habían participado en las acciones de la huelga. A mí me encontró en la calle y me saludó con un fuerte abrazo. Fue la última vez que visitó a Santo Domingo y la última vez que lo vi, pues fue asesinado por la policía el 20 de abril de 1957.

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