Elio Delgado Legón
Muchos en Cuba y en otros países han calificado el cónclave de histórico, en primer lugar porque es el último dirigido por los líderes históricos de la Revolución, y en segundo, porque ha sentado las bases para la conceptualización del modelo económico y para la preparación del plan de desarrollo de la economía hasta el 2030.
Ambos aspectos no podían ser concluidos en el breve tiempo del evento. Requieren la intervención de toda la militancia del Partido y el análisis y enriquecimiento con la participación de los trabajadores y de toda la sociedad a través de las organizaciones de masas.
El informe central, leído por el primer secretario Raúl Castro, traza un diagnóstico de la realidad social cubana y demuestra la capacidad del Partido para interpretar el sentir de las masas y trazar las pautas para el desarrollo económico, científico y social del país para los próximos años.
En uno de los párrafos del informe se expresa: “Hemos concebido que ambos documentos, es decir, conceptualización y las bases del Plan Nacional de Desarrollo, luego de su análisis en el Congreso, sean debatidos democráticamente por la militancia partidista y de la Unión de Jóvenes Comunistas, representantes de las organizaciones de masas y de amplios sectores de la sociedad, con el propósito de enriquecerlos y perfeccionarlos”.
La participación de la sociedad en la elaboración definitiva de ambos documentos tendrá un impacto positivo en la estrecha relación que debe existir entre el Partido y las masas populares.
El informe central tendrá que ser analizado detenidamente por toda la militancia y por todos los trabajadores y la sociedad en general, pues constituye una guía insuperable para el trabajo futuro de los revolucionarios.
La contrarrevolución interna y externa ha vociferado que el informe no plantea lo que muchos esperaban. ¿Acaso esperaban que se implantara el multipartidismo o que se regresara al capitalismo neoliberal que fue erradicado hace ya muchos años?
Tengan presente que los revolucionarios cubanos jamás nos hemos dado por vencidos, pues si una vez en la historia, por falta de unidad y por incomprensiones se firmó con el imperio español el Pacto del Zanjón, una paz sin independencia, la Protesta de Baraguá salvó la honra de los cubanos. A los zanjoneros de hoy les podemos decir que no se hagan ilusiones, pues los revolucionarios cubanos de las nuevas generaciones, conocedores de la historia del país, harán de Cuba un eterno Baraguá.
Ante la realidad que vive el mundo de hoy y la arremetida de la derecha latinoamericana contra los gobiernos progresistas y de izquierda, con orientación y ayuda del exterior, la Revolución cubana no va a caer en esa trampa. Los que oyeron los cantos de sirena del neoliberalismo en Argentina, hoy se lamentan del retroceso a la época de Carlos Menem, cuando el país estaba hundido hasta el cuello en el lodo neoliberal y solo pudo salir adelante con los gobiernos progresistas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
En otros países como Honduras, Paraguay y posteriormente Brasil, se acude al golpe de estado parlamentario o a la guerra económica, como en Venezuela, para implantar de nuevo el neoliberalismo.
A la politiquería y a la vergüenza de ver una jauría de inescrupulosos politiqueros disputándose como buitres los despojos de la Patria, sumida en el caos y la miseria, no volveremos jamás. Lo alcanzado hasta ahora por la Revolución, que no es poca cosa, seguirá consolidándose e incrementándose hasta lograr la construcción del socialismo próspero y sostenible, como quedó reafirmado en el recién celebrado VII Congreso, que continuará el tiempo que sea necesario.
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