Diferencias entre protestas en países latinoamericanos

Por Elio Delgado Legón

Los presidentes de Venezuela y Nicaragua, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. “Sus pueblos no tienen de qué quejarse”.  Foto de archivo: nbcnews.com

HAVANA TIMES – Resulta realmente sintomático que las protestas callejeras en los países de gobiernos neoliberales se realicen de forma pacífica, a pesar de la gravedad de la situación, como veremos más adelante, mientras en los países con gobiernos progresista las protestas adquieren un carácter bélico, destructivo de vidas y haciendas, sin tener una causa clara ni reivindicación concreta, sino únicamente la desestabilización del Gobierno para ocasionar su caída y el surgimiento de la derecha neoliberal.

Para poner ejemplos concretos: las protestas en Argentina tienen razones más que justificadas para luchar contra las medidas adoptadas por el presidente Mauricio Macri, tales como despidos masivos de cientos de miles de trabajadores, que han pasado de la situación estable de que gozaban durante los mandatos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, a la extrema pobreza que trae el desempleo.

Y como si fuera poco, a los despidos se añaden los llamados tarifazos, es decir, el aumento de precio de los principales servicios públicos, como electricidad, agua, gas, que han hecho que las familias que aún conservan sus trabajos, también se vean empobrecidas por los enormes gastos que están obligados a realizar. Sin embargo, ante esa sombría situación no hay  violencia en las manifestaciones públicas.

El otro ejemplo que traigo es Brasil, con un estado ilegítimo, que no fue electo, sino que es el resultado de un golpe parlamentario contra la presidenta Dilma Rousseff, que sí había sido electa por las masas y a la que sacaron del poder con acusaciones falsas. Esa es la nueva modalidad que utiliza la derecha internacional, aliada del imperialismo estadounidense, para deshacerse de los líderes de izquierda. Antes los asesinaban o los desaparecían, ahora los incapacitan “legalmente” y tratan de desmoralizarlos ante la opinión pública acusándolos de corruptos.

Aunque en Brasil el pueblo vive una situación anómala y sufre las consecuencias de las políticas neoliberales del gobierno de facto, tampoco hay violencia en las manifestaciones callejeras que hacen reclamos justos.

Cuánta diferencia hay entre estos dos casos y los de Venezuela y Nicaragua, donde la derecha ha utilizado a grupos violentos para que provoquen destrucción y muerte, con el fin de acusar al Gobierno de la violencia y provocar su caída. La diferencia entre estos países está dada en que en los primeros, los gobiernos, aunque el pueblo no los quiera, son del agrado de Estados Unidos, quien no tiene interés en que sean sustituidos.

Los segundos, Venezuela y Nicaragua, son otra cosa. Sus pueblos no tienen de qué quejarse. El venezolano recibe salud y educación gratuitas, el país fue declarado libre de analfabetismo y se construyen millones de viviendas para mejorar la vida de los pobres, y aunque la derecha ha hecho de todo para desacreditar a Nicolás Maduro, este ganó las elecciones realizadas recientemente, con amplia mayoría de votos. Pero eso no es suficiente a los ojos del imperialismo, solo por mandar con el pueblo y para el pueblo, debe ser derrocado aunque haya que provocar destrucción y muerte.

El pueblo nicaragüense también ha sido ampliamente beneficiado desde que volvió al poder el Frente Sandinista, pues ha ido saliendo de la miseria en que lo sumió la etapa de gobiernos neoliberales anteriores y la economía del país ha mantenido un crecimiento sostenido, que se ha revertido en la mejoría de las condiciones de vida del pueblo. Por tal motivo, el presidente Daniel Ortega fue reelecto, hace solo siete meses, con más del 70 por ciento de los votos. Sin embargo, eso no parece motivo suficiente para que lo dejen gobernar y seguir mejorando las condiciones de vida del pueblo y la economía.

A Nicaragua le han impuesto la violencia, la destrucción y la muerte de casi 200 personas, mediante un plan elaborado y pagado por el imperio, según declaraciones de uno de los cabecillas de un grupo violento, que fue detenido por la policía. Primero, rechazaron el diálogo, mientras los grupos violentos seguían con la destrucción; ahora exigen que se adelanten las elecciones, que corresponde hacerlas en 2021, a lo cual el gobierno no puede acceder, pues sería desconocer la decisión de más del 70 por ciento de la población, que lo eligió hace solo poco más de siete meses.

Esas son las diferencias de las protestas y las exigencias entre países cuyos gobiernos son del agrado del imperio y los que este quiere por todos los medios derrocar, sin importar cuántas personas mueran a manos de los grupos violentos contratados para ese trabajo sucio.

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