La nueva moda cubana de “ofrecer disculpas”

Dmitri Prieto

Disculpas. Estamos tramitando los documentos.

HAVANA TIMES — Recibí en mi móvil el siguiente sms: “Etecsa informa: En la madrugada del 3 de sept. se ejecutara trabajo en la red celular. Le ofrecemos disculpas si usted percibe alguna dificultad en el servicio.”

La frase “ofrecemos disculpas” se va haciendo habitual. Cada vez se repite más en la televisión cuando algún programa de repente desaparece de la emisión, o la imagen se paraliza, o el sonido sale distorsionado. Con buena suerte, porque a veces tales cosas suceden sin que ningún sujeto de la tv vocalice las disculpas…

Pero es que ¡las disculpas no se ofrecen! Se piden. Pedir disculpa es un acto de humildad ante la conciencia de la responsabilidad por lo mal hecho.

Y le corresponde a quien se perjudicó por la mala acción ofrecer a su contraparte su aceptación de la disculpa.

Porque ofrecer y pedir son verbos antónimos.

Y la disculpa, antropológicamente hablando, no deja de ser una transacción.

En eso de “ofrecer disculpas” se siente la oscura permanencia en la posición de ostentar el poder total, poder incólume frente al acto mismo de disculparse, cuya falsa humildad deja intacta la relación social desigual del sistema y mantiene a quien es culpable en la posición de permanecer potencialmente generando perjuicios aquí y allá.

Sobre todo perjuicios a quienes no cuentan con la fuerza para lograr de inmediato un cambio en las cosas: gentes que ni siquiera son reconocidos como destinatarios de una petición de perdón.

Convalidación de la continuidad en la desatención a la dignidad humana más básica, que virtualmente convierte a quien “ofrece disculpas” en mera pieza de una gran maquinaria impersonal y desalmada.

Triste síntoma del status quo, que seguramente reproducirán los niños y adolescentes, desacostumbrados ya a hacer tales peticiones lo mismo en casa que en la calle.

Sin esa transacción elemental que es la disculpa, perdemos uno de los poderes esenciales que nos corresponden, dejando a la sociedad cubana actual convertida en esa parodia de “contrato de adhesión” donde las palabras pierden el poder de la claridad y se convierten en instrumentos de lo oscuro.

Detalle desempoderante y melancólico de la vida de hoy.

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