Defendiendo el deseo de la “R”

Dmitri Prieto

La Calle Galeano de La Habana.

Se está formando cierta moda alrededor de la “R” de la palabra “Revolución.”

Parece que el cantautor Silvio Rodríguez dice en una canción reciente que quitarle la R a Revolución para empezar a evolucionar.

A desencanto, opóngase deseo.

Superen la erre de revolución.

Sus palabras fueron retomadas por Carlos Alberto Montaner –famoso opositor al sistema político cubano, a quien aquí acusan de contrarrevolucionario y terrorista-, precisamente en el contexto de un extraño diálogo con Silvio.

Sin relación con los hechos anteriores, cuando a finales del año pasado un grupo de camaradas firmamos una carta abierta defendiendo a varios proyectos culturales alternativos nos definimos claramente como revolucionarios. Y enseguida se materializaron voces críticas que aparentemente estaban con el “espíritu” inclusivo de la carta, pero rechazaban la palabra “revolución” por considerarla una concesión a la permanencia de un rígido sistema establecido.

Paradójicamente – porque revolución significa justamente lo contrario.

Está claro que esas voces reproducían el mismo discurso de muchos de los propios defensores del anquilosamiento, que se escudan oportunistamente detrás del calificativo de “revolucionario”, para disimular su conformismo y su deseo de que las cosas sigan igual.

Pienso que no es justo dejar que los conformistas monopolicen esa palabra.

Tampoco el cambio y el radicalismo, la sinceridad y la transparencia son patrimonio exclusivo de quienes hoy se sienten incómodos con la “R” de revolución.

No estoy de acuerdo con Silvio, ni con quienes desde las derechas nos acusan de revolucionarios (¡!), y por tanto –siempre según ellos- insuficientemente radicales (¡!).

Puede que Silvio en su “desencanto” por determinadas prácticas y vivencias funestas, desee sinceramente suspender por un tiempo la idea misma de un cambio profundo, y dejar que las cosas sencillamente pasen, sucedan naturalmente, evolucionen.

Pero la evolución supuestamente “natural” también puede ser peligrosa… Recordemos la URSS de la perestroika, que desde un “diálogo” inicial evolucionó “naturalmente” hacia las guerras interétnicas y el capitalismo mafioso.

Puede que alguien se sienta incómodo con la idea misma de revolución, e imaginen que abandonarla es un gesto de inconformidad o una sabia concesión al realismo.

Pero hay muchas formas de hacer revolución, y nadie nos impedirá concebirlas, desearlas, ni mucho menos llevarlas a la práctica.

Porque hace falta una revolución para –partiendo de la situación donde estamos en Cuba- lograr el respeto a la naturaleza y a la diversidad, la dignidad del trabajo y del consumo, la supresión de las relaciones sociales violentas y explotadoras, la libertad de expresión y de acción, la autogestión de la sociedad toda y el protagonismo de cada uno de sus miembros en solidaridad con los demás.

Si quieren llamarlo diálogo, derechos humanos, democracia, respeto, no está mal.

Si quieren llamarlo socialismo participativo o libertario, o hasta comunismo, tampoco.

Sólo que hablamos de prácticas, no de ideologías. Y para llegar allí desde donde estamos hay que sobrepasar los círculos de debate, y hacer una revolución que al mismo tiempo libere las consciencias y socialice el poder, comenzando por casa.

Quien no lo entiende, será porque no valora la profundidad del abismo, o carece de visión para concebir la escape.

Por eso soy revolucionario.

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