“Bienaventurad@s quienes trabajan por la paz” (Mt. 5:9)

Dmitri Prieto

Un ángulo de La Habana. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — El mundo noticioso de hoy es un mundo de conflictos civiles.  En los casos más graves, son conflictos que amenazan con genocidios o con grandes guerras de alta o “baja” intensidad.

En países como Siria y Ucrania, grupos rivales toman ciudades y están constituidos por formaciones con carácter militar, sin que les falten armas ni logística…

Grandes potencias amenazan con involucrarse en términos ya de guerras convencionales –de esas que llevan desembarcos aéreos, combates de tanques y uranio empobrecido- y, según sabemos por casos como Iraq y Afganistán, tales escaladas muchas veces suelen perpetuar la crueldad de la confrontación, al generar situaciones hobbesianas donde la democracia es obligada a callar.

Me pregunto: ¿qué puede hacer frente a todo esto alguien que declaradamente se opone a la guerra y a dejar las cosas en manos de los poderosos? ¿existe alguna posibilidad?…

Me sorprende la pobreza de las opciones del pacifismo actual, sobre todo si lo comparamos con los grandes movimientos de los años ´30, que aunque no impidieron la II Guerra Mundial sí regalaron al mundo a un Mahatma Gandhi…

Deben existir –y sé que se investigan- estrategias y tácticas pacíficas de lucha por la equidad y la libertad aun cuando hay facciones rivales, y de interposición en los conflictos. Pero tales métodos de no-violencia activa no pueden reducirse a las llamadas tecnologías de revoluciones de colores ni a donar dineritos a las ONGs para acallar conciencias intranquilas en un mundo donde por un extremo disfrutamos de Lady Gaga en la TV de alta resolución, y por el otro a alguien se le obliga a decidir sobre si quien morirá mañana de hambre (o producto de un “fuego amigo”) es la mamá o el niño más pequeño de la familia.

No creo (lo siento por si a alguien le parezco un imbécil) en la intervención de las grandes potencias.

Las gentes simples debemos crear modos de interposición pacífica.

No puedo dejar de recordar Rwanda, cuando la ONU ilegitimó su propia existencia al dejar ocurrir el genocidio.

Veo el animado israelí “El vals de Bashir” sobre Sabra y Chatila, mientras Telesur enseña cómo la ultraderecha mata con humo a 30 personas en un edificio de Ucrania mientras el otro bando hace caminar a un piloto malherido (¡dónde están la camilla, la Cruz Roja y los Convenios de Ginebra?…).

Me da pena por tipos como Gorbachov que quisieron parar toda guerra de una vez y dieron con su rostro en el fanguero, sobre todo cuando necesitamos a alguien con intelecto de un Kissinger.

Está demostrado que la lucha no-violenta demanda tanto o más coraje como la militar. Así que no se trata de cobardía.

También esa lucha requiere de conocimientos precisos sobre estrategia, táctica y técnica de la no-violencia activa.

Deben existir formas de interponernos entre las partes en conflicto, de dar posibilidades a que quienes no quieran involucrarse puedan irse en paz, y –aunque fuera a precios bien caros, que podrían significar la vida misma- ser capaces por nosotros mismos de parar los derramamientos de sangre.

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