¿Revolución de linchadores? (II)

Dmitri Prieto

Muamar Gadhafi. Foto: wikipedia.org.

Los asesinos de Gadafi son parte de un movimiento militar apoyado y consentido por la OTAN, en contra de lo estipulado en la correspondiente y bien controversial resolución de la ONU. La OTAN, representante de ese Norte culto, civilizado, libre y democrático que prefirió mirar con poco disimulada satisfacción lo que le pasaba a Gadafi.

En You Tube, como mismo se mira una película porno. ¡Qué importa! Son árabes. Tales son sus costumbres…  (como mismo se pensó en 1994 sobre Rwanda: sólo son unas tribus africanas).

Primera Parte

Etnia árabe patria del erotismo y del fundamentalismo, y como en el caso de esta última palabra, seguro habrá quienes a partir de ahora al vocablo “linchamiento” le buscarán genealogías con base en un lexema árabe…

Leo un libro sobre la “revolución verde” libia, y observo el clásico patrón de la transdominación.

Un movimiento liberador (ojo: militar, jóvenes oficiales) se convierte en gobierno, y después se torna en régimen de opresión (con el matiz de que Gadafi y sus camaradas se esforzaron por “transferir el poder a las bases”: sentido de la palabra Jamahirya.

Al parecer hubo un auténtico mejoramiento de la “calidad de vida”, medible en IDH y otros indicadores, lo que no impidió las protestas: no sólo de IDH vive el hombre).  Terrorismo de estado incluido, como parece ocurrir en el caso libio (*).

Si no hubiese ocurrido así, vanas habrían sido las protestas, y no habría habido en Libia una segunda “revolución”: la que comenzó con las protestas de la Primavera Árabe.  Protestas populares, que de un modo distinto a lo sucedido en otras tierras árabes, fueron cooptadas por el militarismo que creó un contexto de guerra civil.

La “revolución verde” del Gadafi fue parida en los cuarteles… aunque después se masificó, ciertamente, pero la gran pregunta es ¿cómo?  La revolución antigadafista comenzó en las calles, pero los verdugos de Gadafi con casi toda seguridad operan desde un concepto de cuartel, de gobierno militar.

El gran temor revolucionario puede ser: que esta segunda “revolución” (cuyos defensores con toda seguridad se presumen ellos mismos revolucionarios pero no le dan esa categoría al Gadafi de 1969) conduzca a su vez a un nuevo sistema opresor. Nuevos “luchadores por la libertad”, linchadores en nombre de la libertad, bajo cobertura aérea de la OTAN, protagonizan una transdominación #2.

Y hablando de los “luchadores por la libertad” (**), recordemos que las cohortes bajo tal titulación han incluido en otros tiempos en el Oriente cercano y medio a un Saddam Hussein (contra la amenaza islamista iraní) y a un Bin Laden (contra la intervención de la Unión Soviética en Afganistán). Ambos “luchadores”, por cierto, ajusticiados también, cada cual a su modo, con una participación manifiesta de los norteamericanos…

Tal parece que las alianzas estratégicas de ciertos revolucionarios con las Grandes Potencias de algún modo son reciclables (entre “socialismo” y “capitalismo”, “totalitarismo” y “democracia”) como lo son los propios autotitulados revolucionarios, y aún más que ellos mismos, sus modos de proceder…

Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Pinochet y otros tantos nos lo enseñaron en el siglo XX:

El relativismo cultural y el pragmatismo político tienen límites. No son exactamente límites morales, sino constreñimientos (constraints) generados por los masivos efectos éticos de cada acción.

Efectos sangrientos que pueden hacer oler a podrido cualquier bandera o ideal por muy sublimes que inicialmente éstos hayan sido.

Cuando Gorbachov intentaba reestructurar aquel engendro que ya se tornaba patético (Castoriadis lo había dicho: URSS, cuatro letras, cuatro mentiras), aprendí con el proceso de la perestroika una verdad que aún considero enorme: es falso lo que pretende comunicar el conocido dicho de “para comer tortilla hay que romper los huevos.”

Gente como Gandhi, Martí, Tolstoi y muchos más lo sabían muy bien.

Un linchamiento es un linchamiento. Donde quiera que ocurra, y bajo cualquier bandera.

(*) ¿Y qué hay con el terrorismo de Estado contra Libia? Las agresiones imperialistas y las retóricas “revolucionarias” de redención nacional que le dan a la violencia interior y exterior una justificación antimperialista, se dan mutuamente de mamar. Gadafi sólo fue verídico en ciertas tesis; cínico, dirían otros. No lo justifico, pero ciertas “democracias” menos “cínicas” han apoyado gobiernos peores.

(**) Al igual que sucede con los otros dos líderes musulmanes mencionados, es notorio que Gadafi y su familia fueron significativos y apetecibles socios comerciales de “Occidente.” Pregunto: ¿no pasa lo mismo con los actuales monarcas reaccionarios de Arabia?

 

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