Nocivo regionalismo

Dariela Aquique

Revisando algunas publicaciones del sitio, he encontrado un comentario hecho con relación a un post de una colega, donde un marcado reproche emerge en respuesta a una manifestación regionalista.

Partamos del hecho de que ese sentimiento ha acompañado siempre a los cubanos y que no es, además, un suceso local, pues sucede en todas partes del mundo, esa cierta rivalidad entre provincias, estados, ciudades y comarcas.

Siempre se apela a términos comparativos, como la desigualdad de posibilidades dadas por los diferentes niveles de desarrollo económico, social o cultural de las regiones.

Las capitales son obviamente en su mayoría, aquellas zonas donde se centralizan los Ministerios o los Centros de desarrollo cultural más importantes y esto siempre trae aparejado el éxodo de provinciales en busca de mejoras laborales y por ende financieras.

Sin embargo son estas ciudades, mecas artísticas e intelectuales fundamentalmente, las que se nutren de todo un talento y una mano de obra calificada venida de regiones con menos progreso. Claro está, que también en la estampida de inmigrantes siempre llegan elementos antisociales y sociopaticos, los que también van en busca de los supuestos adelantos.

El regionalismo es un fenómeno digno de un estudio a profundidad, pues tiene varias aristas, en verdad muy curiosas, tales como una implícita burla de los capitalinos hacia los de provincia (y no digo jamás provincianos, porque el provincianismo es una condición, una actitud ante la vida, más allá del lugar de donde se proceda).

Es como si los nacidos en la capital, sintieran “alguna superioridad” para con los del resto del país, esta se manifiesta en críticas hacia la manera de hablar, determinadas modulaciones del lenguaje, etc.

Pero hay otro regionalismo y es el de las “distas” entre occidentales y orientales. Y a su vez entre los mismos orientales hay diferencias, dependiendo del grado de importancia de la urbe a la que pertenezcan y así sucesivamente de los de ciudades cabeceras hacia los de municipios.

El hecho es que el regionalismo es bastante nocivo y ha dejado secuelas nada gratas en la historia del país, como el daño que ocasionó esta actitud en nuestras guerras de independencia, principalmente en la de los Diez Años.

El regionalismo tiende a ser sectario y puede crear predisposiciones perjudiciales para la sociedad, si se mira con ojeriza a alguien solo por el hecho de haber nacido en otro sitio.

Hace poco escuché de voz del antiguo mentor del equipo Industriales (y fue dicho con saña):
…lo que más me duele de haber perdido mi último juego como manager del equipo, no fue tanto haberlo perdido, sino perderlo con el equipo Santiago, eso es una espinita que tengo clavada…

Vaya, que hay un regionalismo casi patológico en esas palabras. Al final, lo más gracioso (y no estoy siendo regionalista), es que en las ciudades que no son la capital, se han llevado a cabo las gestas y acontecimientos más relevante de la historia de la Isla.

Que una inmensa mayoría de las personalidades insignes, ya sea en el terreno de las artes, las ciencias, la cultura o la política nacional son nacidos en provincia y por si fuera poco en mi desdeñado Oriente.

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