Dariela Aquique
HAVANA TIMES — Les confieso a mis lectores habituales que tenía muchas ganas de volver a escribir. Después de tres meses de unas casi involuntarias vacaciones, extrañaba las frecuentes polémicas entre los comentaristas, sean fanes o detractores.
Hace apenas tres días regresé de los Estados Unidos, “la tierra de la oportunidades” y “el sueño americano”. Allá llegué invitada por Ted Henken a presentar mi ponencia en la 24ta Conferencia de la Asociación de Estudios de la Economía Cubana (ASCE).
Expectante iba yo de muchas cosas, pero en primer lugar del mega-aeropuerto internacional de Miami del que tanto me habían hablado. Aquel recinto inmenso, lleno de terminales, pasillos, salas de estar, restaurantes, cafeterías, pasarelas y escaleras eléctricas, ascensores y trenes automáticos; saturado de gentes de muchas latitudes tomando diferentes direcciones o inmersos en el delirante ciberespacio, conectados por sus laptops, móviles o tablets, mientras aguardan la salida de un avión.
Por allí comenzó mi visita, y por allí terminó. Pero voy a contarles en capítulos y en retrospectiva.
Mi regreso a casa:
Llegué al aeropuerto a las 3 y tanto de la mañana, porque el boleto aclaraba que debía chequearse el vuelo cuatro horas antes de despegar. La hora consignada para la salida era las 8:00 a.m.
Ya había tenido sorprendentes impresiones durante mi estadía, pero nunca son demasiadas, cuando el que lleva los carritos para equipaje de la puerta de entrada a la mesa de chequeo, te pide la propina de forma desesperada y con una buena dosis de exigencia. Esto se completa cuando te das cuenta que todo el personal que te atiende habla español (muy a lo cubano); y que alguien, no se sabe quién (nunca se supo), dice de pronto que:…el avión no va a estar listo, y por lo tanto su salida queda programada para las 1:00 p.m.
El desconcierto y las quejas no se hacen esperar, para contrarrestar la molestia, a cada pasajero le dan un cheque por valor de 10 dólares para desayunar en el Subway, después de las 8 de la mañana. Algunos que viven cerca deciden irse a casa y regresar una hora antes de volar. Los que como yo, no tenían otra opción, decidimos esperar aquellas nueve horas y pasar a la indicada puerta de salida: F-14.
A la hora y media de estar allí, alguien anunció por el audio, que el vuelo 1751 Miami-Santiago de Cuba, sí saldría a su hora, 8 de la mañana, pero por la puerta F-3.Y contentos con no tener que esperar, allá nos dirigimos los viajantes.
Pero los de la aerolínea tenían que contactar a los que se habían ido porque sin ellos el avión no podía despegar, a riesgo de una demanda. Gestión que no con todos fue lograda, por lo que finalmente el vuelo salió a las 12:00 m, cuando llegaron dos últimos pasajeros que se habían ido a descansar.
Solo unas vagas disculpas mediaron entre la errada información con la que nadie se responsabilizó y nuestro valioso tiempo perdido en una de las tantas salas del mega-aeropuerto internacional de Miami. Nunca nos dieron ni agua y el cheque de comida no sirvió porque solo era para el Subway, que estaba fuera del área de abordar.
Imágenes desoladoras de una sala de espera, y hasta uno que otro comentario, de:…parece mentira, ni que estuviéramos en Cuba…Ahí tienen la foto, allá también pasa.
Continuara…
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