Un bar familiar

Daisy Valera

Cafetería del estado. Photo: Caridad

La barra de la pizzería de 23 y 12 o las mesas del  “G Café.” con sus inigualables bebidas alcohólicas sin alcohol, eran lo más cercano a mi concepto de bar.

Al mismo tiempo,  estos lugares me parecían sorprendentemente distantes de aquellos que  abundaban en las noches habaneras anteriores al 1959 y de los que tenía referencia por algunos libros como Tres Tristes Tigres del no muy amigo de la Revolución (pero publicado ya): Guillermo Cabrera Infante.

Las victrolas comenzaron a desaparecer con la decapitación revolucionaria de los bares de barrio.  Los boleros, la trova y el son se comenzaron a  vender a los turistas,  junto a unos tragos no aguados.

Los  viejos bares, señales de una tradición heredada de España, son ruinas o fueron dignamente convertidos en tiendas para la venta de productos subsidiados.

Pero hoy, que asistimos a la lenta muerte de la libreta de abastecimiento, no es extraño esperar el renacimiento de los bares.

El germen lo encontré hace pocas noches. No me pidan que diga el nombre del  establecimiento ni que de la dirección. No pecaré de desconsiderada o delatora.

Los locales para la venta de bebidas alcohólicas son ilegales, siempre que no sean propiedad del Estado. Los privados tienen que pedir permisos especiales para la venta de estos productos en restaurant o cafeterías, nada de cantinas o tabernas.

Llegué al sitio que les comento por un largo y oscuro pasillo, no pensaba pagar para recrearme los altos precios que demandan los locales propiedad del Estado, solo pagables por los hijitos de padres acomodados o extranjeros, y bien lejos para la economía de muchos estudiantes y trabajadores jóvenes.

Hice cola para entrar, aparentemente en aquel lugar no pasaba nada, parecía solo la puerta de un domicilio en una calle un tanto oscura.

Caminé hasta el final de la casa y todo comenzó a tener significado, el lugar estaba repleto de personas riendo, escuchando música y jugando dominó.

La barra también desbordada vendía la línea de ron a 10 pesos, el mojito a 20, la sangría a 25,  y la cerveza  a 1 CUC.

A pesar de que todos tomaban no había ningún rostro que reflejara agresividad, muchos conversaban en los bancos situados entre plantas, velas y figuras de buda. Los más divertidos bailaban coreando las canciones de Queen, The Police, Led Zeppelin y muchos otros.

Mis amigos y yo disfrutábamos de un agradable negocio familiar donde el abuelo despachaba las  cervezas, las nietas preparaban y repartían los tragos y el padre, un hippie de los 70 con barba cana, era el responsable de la música.

Los bares fueron eliminados como un método para contrarrestar males como el alcoholismo y la prostitución a partir de 1959.

Ahora tenemos un raro país en los que en las cafeterías hay más alcohol que comida y la cerveza de pipa roba el dinero y el alma de no pocos alcohólicos, a pesar de que se pretende eliminar el alcoholismo.

Un país donde las chicas se desnudan en las discotecas por una caja de cerveza (caso Guanimar) y mueven las caderas para atrapar turistas o ricachones nacionales, pero se prefiere no hablar de prostitución.

Yo me quedo con el bar familiar, donde se leen en las paredes frases de Ocho y no veo la cara descontenta de algún trabajador asalariado.

 

Articulos recientes:

  • Mundo
  • Reportajes

El náhuat, la lengua que niega a desaparecer en El Salvador

"Pretende que el náhuat se mantenga vivo y por eso nos enfocamos en los niños,…

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

Matanzas: Los cajeros están como las personas: sin dinero

Además de la poca disponibilidad de efectivo, los clientes se quejan de las largas horas…

  • Cancion del Dia
  • Mundo
  • Noticias

Rita Payes – Canción del día

Nuestra artista destacada es Rita Payes de Catalunya, España, con la canción “Nunca me vas…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.